Antecedentes y Generalidades
Las cruzadas bálticas, también conocidas como las Cruzadas del Norte, fueron una serie de expediciones militares – ocurridas entre los Siglos XII y XV – con el objetivo de cristianizar a los pueblos paganos de la Europa nororiental, concretamente aquellos que habitaban en la cuenca del Mar Báltico. Quienes llevaron a cabo estas campañas fueron caballeros evangelizadores provenientes de Alemania, Suecia y Dinamarca, patrocinados por el papado.
En contraste con las famosas campañas en Tierra Santa, las cruzadas en el Báltico no se realizaron con el objetivo de reclamar tierras cristianas perdidas, sino con la intención de convertir a los pueblos paganos en Prusia, Estonia, Livonia, Finlandia y Lituania. No obstante, en un inicio el interés predominante no era religioso sino geográfico y comercial, puesto que las expediciones recién empezaron a tomar tintes religiosos cuando se generalizaron a inicios del Siglo XIII.
Fueron los soberanos europeos quienes aprovecharon la oportunidad de combinar los beneficios religiosos de la cruzada (el perdón de los pecados) con una sed de expansión territorial y riqueza material, en forma de pieles, ámbar y esclavos, para potenciar los esfuerzos conquistadores. Asimismo, otra causa la encontramos en las atrocidades cometidas contra misioneros cristianos alemanes que viajaban para cristianizar esta región pagana, lo que a la larga motivó la toma de sangrientas represalias contra estos estados tribales.

La historiografía moderna sitúa a 1193 como el punto de partida de las cruzadas bálticas, con el llamamiento del Papa Celestino III. Sin embargo, los conflictos armados entre estos pueblos paganos bálticos con sus vecinos cristianos en Dinamarca, Suecia y en el Sacro Imperio Romano Germánico habían sido corrientes desde hacía siglos; destacando las razias y el asalto a castillos. Estas confrontaciones previas se limitaban al expansionismo sobre estas tierras no reclamadas, así como a los deseos de destruir castillos enemigos, y construir esferas de influencia en torno al Mar Báltico. Las Cruzadas Bálticas, a grosso modo, siguieron este patrón, pero con la excepción de que eran influenciadas por el papa y por las órdenes militares, como la Orden Teutónica (de la cual hablaré más adelante).
Cruzada contra los Vendos
En 1144 Europa se conmocionó por la caída de Edesa, una de las ciudades cristianas más importantes de Tierra Santa. Casi inmediatamente, el Papa Eugenio III – con apoyo del influyente monje Bernardo de Claraval – inició los preparativos para el llamamiento de la segunda cruzada. Sin embargo, varios nobles alemanes prefirieron hacer campaña contra los eslavos paganos que colindaban con ellos, en lugar de viajar hasta el Levante. Nobles como Alberto el Oso, margrave de Brandemburgo, Enrique el León, duque de Sajonia, y Conrado el Grande, margrave de Meissen, hicieron notar su intención de redirigir la campaña en una asamblea en Frankfurt en marzo de 1147.

El Papa Eugenio III aprobó el plan de estos nobles alemanes mediante la bula papal Divina dispensatione; en la cual se señalaba que todo aquel que viajara a guerrear contra los paganos del este recibiría las mismas recompensas religiosas que aquellos que viajaran a Tierra Santa para defender territorio sagrado.
Entre las desembocaduras de los ríos Elba, Óder y Vístula – noreste de Alemania y norte de Polonia – habitaban unos pueblos eslavos paganos conocidos como vendos o polabios. Una de las principales facciones vendas era la confederación abodrita, donde gobernaba el príncipe pagano Niklot. Los vendos eran ampliamente superados en número por el ejército cristiano, el cual había sufrido incorporaciones: Canuto V y Svend III, dos hermanos que competían por el trono danés, pusieron a lado sus diferencias para ir a expandir sus territorios, del mismo modo, el rey de Polonia Miecislao III el Viejo, ansioso por afianzar su control sobre las tierras en la Pomerania, envió huestes que se sumaron a la campaña.

Consiente del arrasador advenimiento del ejército cruzado, Niklot lanzó un ataque preventivo sobre la ciudad cristiana de Lübeck, y envió a fortificar las principales fortalezas vendas de la región: Dobin, Malchow y Demmin. El ejército sajón-danés, liderado por Enrique el León, asedió Dobin, el cual terminó con gran parte de la población accediendo al bautismo con tal de no recibir represalias. Malchow fue la que más sufrió, ya que Alberto el Oso envió a quemar el templo pagano de la ciudad, así como los territorios circundantes. Por su parte Demmin resistió al asedio, y cuando el contingente cruzado se desvió para atacar la ciudad de Szczecin en el río Óder, descubrieron que la población ya era cristiana, ya que para persuadir a los atacantes, los habitantes enseñaron sus crucifijos en las murallas de la ciudad.

En rasgos generales esta expedición se podría considerar una victoria militar cristiana, ya que se consiguió la conversión parcial de los eslavos occidentales. Incluso se consiguió que Niklot abrazara el Catolicismo, permitiendo integrar sus territorios al Sacro Imperio, como tributarios del duque de Sajonia. Esto no impidió que en varias partes de Mecklemburgo y la Pomerania se siga practicando el paganismo, aunque esto iría menguando con el pasar de los años, y a la larga se germanizaron étnica y culturalmente.
Cruzadas Suecas
La idea de campaña en el báltico, expansión hacia el este, y conversión de paganos también comenzó a atraer a las monarquías cristianas más influyentes del norte de Europa. Particularmente en Suecia, donde, desde su consolidación como un reino cristiano medieval, se había popularizado la visión de cruzar hacia la actual Finlandia para así expandir su esfera de influencia y propagar la religión de Cristo.
Motivados por el reciente éxito de la primera cruzada en Tierra Santa, los reyes de Suecia decidieron emprender su propia guerra sacra contra los paganos fineses en Oriente, con el propósito de expandir el Cristianismo. Entre los años 1150 y 1293, los suecos llevaron a cabo tres cruzadas (aunque escasas de datos) en contra de los pueblos paganos de la zona oriental de Fenoscandia, lo que incluía no solo a fineses, sino también a tavastianos y karelianos.

La primera cruzada sueca se llevó a cabo a mediados del Siglo XII – aunque es de dudosa veracidad, ya que es probable que esta expedición sea meramente mítica. En esta primera campaña, el rey Erik IX el Santo logró conquistar la costa suroeste de la actual Finlandia. Aunque a su regreso a Suecia, varios de los misioneros católicos terminaron convirtiéndose en mártires ante las insurrecciones de los paganos fineses.
Durante las siguientes décadas, los suecos lanzarían expediciones hacia el corazón de la actual Finlandia, llegando a tomar la región de Tavastia. Es posible que esta expansión no solo se diera gracias a los esfuerzos militares, sino a la voluntaria sumisión de los caudillos paganos a la corona sueca y a la cruz cristiana. Sin embargo, el control de Suecia sobre los tavastianos no perduró, ya que alrededor de 1230 los paganos se sublevaron contra los suecos y reaccionaron contra los misioneros cristianos.
El Papa Gregorio IX fue advertido de la resistencia de los paganos a adoptar el Catolicismo, y en 1237 hizo un llamamiento a los nobles suecos a emprender una segunda cruzada contra los tavastianos. El rey Erik XI de Suecia respondió a la convocatoria, reunió una potente hueste y zarpó rumbo a Finlandia. Las crónicas no ofrecen suficientes detalles sobre esta campaña, se cree que transcurrió entre 1238 y 1239, pero al final se sabe que los tavastianos se rindieron. Gradualmente los habitantes de Tavastia comenzaron a abandonar sus ritos paganos para adoptar el mandato de la Iglesia Católica.
Pocos años después de la expedición, se levantó en Tavastia el Castillo de Haikonen sobre las ruinas de un viejo fuerte vikingo, el cual vendría a ser el centro de poder de los reyes suecos en tierras finlandesas. No fue hasta la tercera cruzada sueca (1293), en la cual el soberano Birger I Magnusson enfrentó a las tribus karelianas, que se logró consolidar a Finlandia como una fracción oriental del naciente imperio sueco.
Cruzadas Danesas
A inicios del Siglo XII, el Reino de Dinamarca estaba plagado por desgarradoras luchas por el poder. La debilidad política y militar danesa se tradujo en sucesivos y continuos saqueos de piratas paganos, provenientes de la Pomerania y de la región báltica. La cruzada contra los vendos (1147) en lugar de disminuir el acoso pirata, lo incrementó, puesto que los bálticos y eslavos ya no se arriesgarían a invadir las tierras de sus nuevos señores alemanes, y en cambio encontraron en Dinamarca una particular rentabilidad para el pillaje.
Esta coyuntura mejoró sustancialmente con la llegada al trono danés de Valdemar I el Grande en 1157. En este periodo se puso un fin a las interminables guerras civiles, se reorganizó políticamente el país, se dieron las condiciones para el despegue económico gracias al comercio de bacalao y arenques, se levantaron varias iglesias y castillos, e incluso se dio inicio a la construcción de la ciudad capital de Copenhague.
El rey Valdemar, en conjunto con el influyente obispo Absalón de Roskilde, planearon una operación para frenar definitivamente a los saqueadores vendos. Gracias a la persuasión de Absalón, el monarca logró convencer a varios de sus vasallos de emprender una cruzada en Mecklemburgo y la Pomerania. Si bien es cierto que estas expediciones iniciales se centraron en el saqueo de aldeas, el avasallamiento de caudillos, y la obtención de grandes botines, la esencia de cruzada siempre estuvo presente entre los daneses (incluso se acuñaron monedas con el símbolo de la cruz). A medida que avanzaban los años, estos saqueos de botines pronto se convirtieron en expediciones de conquista. En 1168, Valdemar y Absalón tomaron la isla de Rügen, al sur del Mar Báltico, la cual se cristianizaría, y más adelante se formaría un principado.

A medida que Valdemar I aumentaba su esfera de influencia en la región, Dinamarca comenzaba a consolidarse con una de las mayores potencias del Mar Báltico (especialmente después de la disolución del Ducado de Sajonia – el principal rival de la corona danesa). Sin embargo, el reinado de cuarto de siglo de Valdemar concluyó al fallecer este de causas naturales en 1182, tras haber construido progreso, prosperidad y proyección expansionista. Su legado fue asumido por su heredero Canuto VI, quien, asesorado por Absalón, continuó con la extensión fronteriza que inició su padre conquistando la Pomerania, Mecklemburgo, Lübeck y Holstein (es decir; el otrora territorio vendo). Para poder fomentar la exitosa incorporación de estas nuevas tierras, así como la cristianización de los paganos, Canuto nombró a los caudillos locales como gobernadores bajo la jurisdicción de la corona.

Cruzadas en Livonia y Estonia: La Conquista de Terra Mariana
Las tierras al este del Mar Báltico, hogar de las tribus estonias, livonias, lituanas y prusianas, eran – posiblemente – una de las regiones más aisladas de Europa a finales del Siglo XII. Estas tribus bálticas estaban situadas en una región disputada entre los – cada vez más poderosos – estados católicos de Occidente y ortodoxos de Oriente. La Santa Sede no fue indiferente a las prácticas paganas de las tribus bálticas (especialmente hicieron hincapié en la conversión de los livonios), y exhortaron a misioneros católicos alemanes a evangelizar a estos pueblos.

Cuando los métodos pacíficos de conversión no rindieron los frutos esperados, el Papa Celestino III llamó a una cruzada contra los livonios en 1193. Como respuesta, los misioneros viajaron a la región báltica, acompañados de potentes huestes, con el objetivo de lograr la conversión forzosa. Entre estos misioneros destaca el obispo cisterciense Berthold de Hanover, quien fue particularmente agresivo en sus esfuerzos de conversión – lo que eventualmente llevó a su asesinato a manos de los livonios.
Buscando vengar la muerte de Berthold, el Papa Inocencio III emitió una bula de cruzada contra las tribus livonias en 1199. A la convocatoria respondió un clérigo alemán llamado Albrecht von Buxthoeven (también conocido como Alberto de Riga), quien desembarcó con una gran fuerza militar hacía el año 1200. Al año siguiente fundó la ciudad de Riga, donde se estableció un arzobispado y sirvió como centro del poder cristiano en la región. En 1202, Alberto creó la Orden de los Hermanos Livonios de la Espada, una orden militar y monacal que tenía la misión de convertir a los paganos curonios, livonios, semigalianos y latgalianos, en un territorio denominado Terra Mariana.
Riga estaba rodeada por enemigos, y para convertir a los paganos era importante disponer de abundantes reservas. Aún así, gracias a los esfuerzos de Alberto y sus huestes, varias tribus livonias fueron subyugadas sin mayor resistencia. Para 1208, los emporios comerciales más importantes de la región báltico (Holme, Koknese y Sēlpils) ya habían caído bajo el control de los hermanos de la espada; y entre ese año y el siguiente, se dirigieron múltiples campañas contra los latgalianos, los cuales fueron subyugados tras la toma de Jersika, su capital.
Una vez que la región de Livonia estaba avasallada y sojuzgada, los ojos de los cruzados se tornaron al norte, hacia Estonia. Los cristianos lanzaron sucesivos ataques y saqueos contra los estonios, quienes resistieron y contraatacaron, incluso lograron poner la ciudad de Riga bajo asedio en 1215. Tras el fracaso del asedio, las huestes alemanas lograron rechazar la avanzada pagana y asestaron una victoria decisiva en la Batalla del Día de San Mateo de 1217.

Si bien es cierto los avances de los hermanos de la espada eran notables, estos no habían sido lo suficientemente decisivos para causar una ruptura geopolítica. Por lo cual, el Papa Honorio III urgió al rey Valdemar II de Dinamarca a integrarse a la cruzada contra los estonios.
La monumental flota danesa logró desembarcar exitosamente en Lyndanisse (la futura Tallin) en 1219, donde posteriormente se levantó un castillo (Castillo Danorum). Cuenta la leyenda, que durante la batalla, el Dannebrog (la bandera de Dinamarca, y la más antigua de Europa en uso) cayó del cielo y les dio esperanzas a las tropas, lo que posibilitó la victoria. Tras haber vencido en Lyndanisse, los daneses se expandieron por todo el norte estonio y formaron el Ducado de Estonia en 1227 a suerte de estado satélite.

Los cruzados y la monarquía danesa, como aliados, acordaron dividirse Estonia una vez haya sido conquistada. En este proceso de conquista destacan las campañas en la isla de Saaremaa, al este del Mar Báltico, la cual resistió las invasiones de cruzados, alemanes, daneses, y suecos. Pero al final fue conquistada por los hermanos de la espada en 1227, donde se formaría la Diócesis de Ösel-Wiek, como un estado eclesiástico tributario.
Tras la prolongada pacificación de Estonia, y las disputadas territoriales que acompañaron a la conquista, los cruzados fijaron su atención contra los curonios y semigalianos. Estas dos naciones tribales fueron sometidas al vasallaje durante las primeras expediciones de los cristianos, pero ahora habían formado una alianza y comenzaron a acosar el territorio cruzado. En 1228, los paganos atacaron el Monasterio de Daugavgriva, y mataron a todos los monjes que residían ahí. Los hermanos de la espada cobraron venganza y arrasaron en Curolandia, asesinando a los paganos y quemando sus campos de cultivo.
La represalia que tomaron los cruzados fue tan brutal, que los curonios se vieron obligados a abrazar el Cristianismo con tal de detener las atrocidades. El tratado que se firmó subsecuentemente obligó a los curonios a prestar vasallaje a los cruzados, y a luchar a su lado en el campo de batalla contra las restantes tribus bálticas paganas. Para 1260, la región de Livonia ya estaba cristianizada y germanizada casi en su totalidad, lo que abrió las puertas para la expansión sobre tierras más poderosas, como el naciente Gran Ducado de Lituania o los principados rusos.

Los Caballeros Teutónicos: La Conquista de Prusia
Mientras los caballeros de la Orden de los Hermanos Livonios de la Espada se lanzaban a la conquista y a la cristianización de las tierras paganas en Livonia y Estonia; una segunda orden llevó a cabo una campaña simultánea en la región – también pagana – de Prusia. Si bien es cierto que la conquista territorial tuvo éxitos notables en Terra Mariana, el proyecto a largo plazo que representaba la conversión y subyugación de los bálticos contaba con escasos logros. En este escenario entra en acción la Orden de los Caballeros Teutónicos, la cual anexionó a los hermanos de la espada, y libró una campaña de germanización y cristianización en Prusia que no encontró su conclusión hasta inicios del Siglo XV.
Los orígenes de la Orden Teutónica los encontramos en Tierra Santa. Concretamente fue durante la tercera cruzada (1189-1192) cuando un grupo de cruzados alemanes fundaron un hospital provisional en las afueras de la ciudad de San Juan de Acre. En un inicio, esta cofradía se limitó a ser una organización hospitalaria que atendía a peregrinos heridos, pero luego comenzó a configurarse como un cuerpo militar siguiendo el modelo de otras órdenes ya existentes, como templarios, hospitalarios o lazaristas. Los teutónicos obtuvieron el reconocimiento oficial del Papa Inocencio III en 1198.
Tras el fracaso de la cruzada en Tierra Santa, la orden se trasladó a Venecia y de allí a Transilvania – donde levantaron el Castillo de Bran – para luego ser expulsados por el rey Andrés II de Hungría en 1225. Fue en el 1226, durante su breve estadía en Roma, que el gran maestre de la Orden Teutónica, Hermann Von Salza, recibió la invitación del príncipe polaco Conrado I de Mazovia para unirse a su cruzada contra los pueblos prusianos paganos. Los polacos esperaban que la intervención de una de las órdenes militares más prestigiosas de Europa pueda ayudar en la conquista católica de Prusia, cuyos pueblos habían estado en guerra con Polonia desde hacía siglos.


La conquista militar de Prusia demoró algunas décadas, pero la conquista religiosa y cultural se prolongó hasta más de un siglo. Durante la cruzada, la Orden Teutónica se estableció definitivamente en Prusia; incluso el sacro emperador Federico II Hohenstaufen otorgó a los teutones todos los privilegios nobiliarios que gozaba cualquier príncipe del Sacro Imperio, lo que incluía el derecho de soberanía sobre los territorios conquistados (lo que evidentemente llevó a la orden a enemistarse con el Reino de Polonia, quien tenía una reclamación en Prusia).
La Orden Teutónica se convirtió en la fuerza cristiana más poderosa al este del Báltico, y lograron absorber a los Hermanos Livonios de la Espada tras su aplastante derrota en la Batalla de Saule de 1236 contra los paganos samogitios. Sin embargo, fue particularmente difícil mantener el control efectivo de Prusia tras la conquista, debido a las continuas sublevaciones de los locales contra el dominio cruzado. Para rellenar los amplios vacíos demográficos que resultaron en la cruzada, los teutónicos fomentaron la inmigración de colonos alemanes, lo que a la larga llevaría a Prusia a ser un territorio de mayor etnicidad germánica que báltica.
Los cruzados se volvieron ricos, y gracias al control de ciudades de gran importancia comercial como Riga o Königsberg (fundada por los teutónicos en 1255) lograron ampliar su esfera de influencia por todo el Mar Báltico. Del mismo modo, el estado monástico fue independiente de la aristocracia polaca, por lo cual no pagaba ningún tipo de tributo. Con el tiempo, la Orden Teutónica se permitió expandir sus fronteras, arrebatando Danzig (Gdansk) y la Pomerania oriental a Polonia; incluso lograron comprar el Ducado de Estonia al rey Valdemar IV de Dinamarca en 1346.

Cruzada contra los Lituanos y la República de Nóvgorod
Las conquistas teutónicas en Prusia, sumadas a las conquistas de los hermanos de la espada en Livonia, convertía a Lituania en el único estado pagano en la región báltica. Los lituanos, a diferencia de los prusianos, los livonios y los estonios, sí lograron formar un estado organizado con el nombre de Gran Ducado de Lituania, el cual fue el resultado de la unión de varios caudillos paganos con la intención de formar una defensa sólida contra los cruzados cristianos. Quien se alzaría como amo de este emergente Estado fue Mindaugas, quien se proclamó gran duque en 1236. La unificación de Lituania suponía un obstáculo para los teutónicos, ya que los dominios del gran duque de Lituania separaban físicamente a los territorios cruzados en Prusia y Livonia.
Otra amenaza lo representaban los cristianos ortodoxos de la República de Nóvgorod – uno de los estados más pujantes de la extinta Rus de Kiev. En aquellos años, el territorio ruso estaba severamente debilitado producto de la devastadora invasión mongola, lo que suponía una oportunidad para los católicos de reclamar este territorio, por ende el Papa Gregorio IX emitió una bula de cruzada.
Los teutónicos invadieron el territorio novgorodense en 1240, tomando las ciudades de Pskov y Yúriev. Sin embargo, el príncipe de Nóvgorod, Alejandro Nevsky logró ofrecer una sólida defensa contra el enemigo. Destaca la Batalla del Lago Paipus de 1242, también llamada Batalla del Hielo. La batalla recibió ese nombre, ya que se llevó a cabo sobre un lago congelado, el cual, al romperse, terminó llevando a varios soldados teutónicos bajo el agua, donde murieron ahogados o por hipotermia. La humillante derrota de los cruzados imposibilitó cualquier intento de conversión de los rusos al Catolicismo, más aún después de que Nevsky rechazara la protección de Roma y aceptara el patronato de los mongoles, para así evitar la destrucción de su principado.

Durante el Siglo XIII, se fue llevando a cabo la consolidación del Gran Ducado de Lituania, siendo Mindaugas el primer soberano de esta confederación ducal pagana. Durante varias décadas, los lituanos se enfrentaron a la Orden Teutónica, la cual dominaba la costa báltica. Del mismo modo, Lituania también entró en frecuentes guerras contra los principados rusos, en su mayoría vasallos de los mongoles. Los lituanos conquistaron Polátsk, Pskov, Smolensk, Minsk, Chernigov y Kiev, incluso hicieron a Nóvgorod un estado dependiente del gran ducado. La expansión lituana fue tan monumental, que incluso lograron avasallar Moldavia y adquirir puertos de cara al Mar Negro, siendo el río Dnieper la frontera natural.
El Gran Ducado de Lituania no abandonó definitivamente el paganismo hasta 1387, cuando el gran duque Jogaila aceptó bautizarse en la fe católica antes de su boda con la reina Eduviges de Polonia. El resultado fue una unión personal entre Polonia y Lituania bajo el cetro de Jogaila, quien luego sería conocido como Vladislao II de Jaguellón, rey de Polonia y gran duque de Lituania. No obstante, la conversión de los lituanos al Catolicismo no detuvo la enemistad con la Orden Teutónica (aunque esta última ya había perdido un casus belli significativo). El último episodio de estas centenarias cruzadas bálticas fue la Batalla de Grunwald de 1410, en la cual la Orden Teutónica recibió una aplastante derrota a manos de Jogaila, de modo que los territorios conseguidos por la orden pasaron al control de polacos y lituanos.

Consecuencias
Las cruzadas bálticas son un fenómeno bastante complejo, ya que hay abundante debate en cuanto a su periodización y en relación a qué campañas realizadas en el Mar Báltico pueden ser incluidas dentro del apartado de ”cruzada”. A rasgos generales podemos concluir que la protección y expansión de la cristiandad siempre resultó ser una excusa perfecta para ir a guerrear contra herejes, infieles o paganos, y proporcionó un cobijo moral lo suficientemente fuerte para llevar a cabo la guerra santa. Del mismo modo, el interés político, económico y geoestratégico estuvo presente en la cruzadas bálticas. Por ejemplo, la intención de proteger el comercio alemán en el Mar Báltico jugó un rol fundamental durante la primera invasión a Livonia, y el deseo de expansionismo acompañó a Suecia y Dinamarca en sus respectivas campañas.
Como consecuencia de las cruzadas bálticas, podemos destacar un fuerte auge del comercio en el Mar Báltico. El expansivo comercio del báltico fomentaría el enriquecimiento de las ciudades alemanas, suecas y danesas cercanas al mar; como Lübeck, Hamburgo, Bremen, Danzig, Stettin, Escania o Copenhague. Estas valiosas rutas comerciales conectaban toda Europa del norte, desde Inglaterra hasta Nóvgorod, las cuales destacaron por el comercio de pieles, ámbar, trigo, madera etc. Por ende, el intercambio comercial favoreció a estos emporios geoestratégicos, los cuales se agruparon en la Liga de Hansa, la cual llegó a incluir a las recientemente fundadas ciudades cristianas del báltico, como Riga o Königsberg.
La consecuencia más notable de las cruzadas báltica fue la formación de un estado organizado en Prusia (región que se fue germanizando con el paso del tiempo, llegando a contemplar la desaparición de las tribus prusianas de etnia báltica). Pese a haber sido derrotado en la Batalla de Grunwald, el estado prusiano se reorganizó y con el pasar de los siglos fue cada vez más influyente en la política confederada alemana. Constituido inicialmente como un estado monástico por los teutónicos, Prusia pronto se convirtió en ducado, y paulatinamente fue escalando rangos dentro del imperio hasta convertirse en reino. La importancia histórica del futuro Reino de Prusia fue tal, que siglos después sería el artífice de la unificación de Alemania.

Recuperación Bibliográfica
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