Corría el año 73 a.C., la República Romana se encontraba en una crisis sin igual: las luchas entre Optimates y Populares dejaron una división profunda en el seno republicano. Los procesos burocráticos del senado no avanzaban al mismo nivel que la contínua expansión del territorio romano, y con ello el crecimiento desenfrenado de la industria esclavista (la base económica romana).
Roma había presenciado varias revueltas y sublevaciones de la clase servil, pero ninguna causó tanto revuelo, ni supuso una amenaza directa para la propia Roma, que la acontecida en Capua, en el año ya citado. En la academia de gladiadores de Léntulo Batiato, a 26 km de Nápoles, entrenaban cientos de gladiadores para luchar en las arenas del circo para disfrute de sus amos.

Uno de estos gladiadores era Espartaco, un ex soldado romano de origen tracio, quien fue reducido a vivir en esclavitud por cometer el peor de los crímenes dentro del ejército: la deserción. Fue Espartaco quien lideró a doscientos de sus compañeros gladiadores en una revuelta contra sus guardias. Usaron todo lo que tenían a su disposición: cuchillos, armas rudimentarias, y su propia fuerza física, tan típica de un gladiador. Pero de los doscientos sublevados solo escaparon setenta. Los rebeldes habían nombrado como líderes a Espartaco, y a los celtas, Crixus y Enómao.
Los rebeldes viajaron al sur, y buscaron refugio en el monte Vesubio. Fue ahí donde los gladiadores realizaron acciones de pillaje en las localidades circunvecinas. Además, el nombre de Espartaco, y su revuelta servil, hicieron eco en otros esclavos, quienes también se rebelaron en contra de sus señores y se unieron a Espartaco en el Vesubio. Al final, reunieron poco menos de 200 rebeldes.
El senado romano envió, con cierta urgencia, un contingente de 3 000 efectivos, liderado por Cayo Claudio Glabro. No era el mejor ejército que disponía Roma, ya que las principales legiones se encontraban fuera de Italia: uno de ellos dirigido por Pompeyo luchando en la Guerra Sertoriana en Hispania; y otro liderado por Licinio Lúculo, quien luchaba contra Mitrídates VI del Ponto.
Glabro se apresuró en poner sitio al Vesubio, para así forzar la rendición de los rebeldes, posicionando a su ejército en la única entrada o salida del monte. Ya que las laderas del volcán Vesubio eran rocosas e inaccesibles. Espartaco tenía un plan: iban a armar cuerdas con lianas y descolgarse en el campamento romano durante la noche. Y así fue. Tomaron desprevenidos a Glabro y a sus romanos, asestando una primera victoria.

El botín obtenido en el Vesubio reforzó el equipo, los recursos, y la moral de los rebeldes, cuyas filas se engrosaban constantemente. No solo se les unieron esclavos, sino también fugitivos, pastores, y marginados civiles. Espartaco derrotó a los romanos en tres ocasiones más, sacando provecho del hecho de que antes de ser gladiador, fue un soldado romano, y conocía sus tácticas de combate. A inicios del 72 a.C., un año después de la revuelta en Capua, los números de Espartaco ya sumaban a los 70 000.
Los dos cónsules de Roma, Gelio y Léntulo, acudieron personalmente para sofocar la rebeldía. Estos dos ejércitos marchaban para cortar el camino a los insurgentes, quienes parecían dispuestos a llegar al norte de la península bordeando la costa oriental italiana.
Durante su viaje, Espartaco tuvo que enfrentar varias disidencias entre los suyos. Uno de estos desertores fue el celta Crixus. Crixus y los suyos se adelantaron al grupo principal, pero fueron derrotados, por Gelio, en el monte Gargano, donde quedó muerto Crixus y sus 20 000 acompañantes. Pero poco después, Espartaco derrotó en batalla a ambos cónsules; tras la victoria obligó a varios prisioneros romanos a matarse entre ellos, como si de un combate de gladiadores se tratase.

Espartaco y los suyos llegaron a Mutina (actual Módena), donde derrotó al gobernador de la Galia Cisalpina, Cayo Casio. Llegaron hasta los límites de los Alpes, pero no llegó a cruzarlos. Para Espartaco ese siempre había sido el propósito del viaje, salir de Italia, y de escapar de la merced romana, para así volver a Tracia. Pero el cruce de los Alpes nunca se dio, ya sea por escasez de recursos o por la terca oposición de varios rebeldes. Ante este imprevisto, Espartaco se vio obligado a hacer un enigmático cambio de planes y puso camino hacia el sur, nuevamente. En esta ocasión, los rebeldes pasaron muy cerca de Roma, (del mismo modo que hizo Aníbal Barca en su día) encendiendo las alarmas de la ciudadanía romana, pero la realidad es que Espartaco no contaba con los recursos suficientes para poner la capital romana en asedio, y tuvo que seguir su camino.
Dada a lo alarmante que era la insurgencia de Espartaco, el general Marco Licinio Craso tomó las riendas del asunto. Craso era el hombre más adinerado de Roma, teniendo a sus órdenes un gran número de esclavos, y poseía incontables tierras. Para sofocar la revuelta se hizo con el control de diez legiones (unos 50 000 soldados) y puso marcha al sur, decidido en acabar esta insurgencia servil.
Su plan era empujar a los rebeldes al extremo sur de la península, a la región de Calabria, y encerrarlos ahí. En el 71 a.C., Espartaco llegó al estrecho de Mesina (un estrecho de agua que separa a Italia de Sicilia), e intentó llegar con sus hombres a la isla, pero carecían de medios de transporte. Pero cuando Craso levantó un muro en el otro extremo de Calabria, Espartaco descubrió que estaba a la merced de su rival.

En abril del 71 a.C., Espartaco se enfrentó por última vez a los romanos. Antes de enfrascarse en un cruento avatar, Espartaco sacrificó a su caballo señalando: ”la victoria me dará bastantes caballos de entre los enemigos, y si soy derrotado, ya no lo necesitaré”. El combate fue extraordinariamente cruento y despiadado, Espartaco intentó acercarse a la posición de Craso para matarlo, pero en el cénit del conflicto Espartaco cayó luchando. Fueron tantas las heridas que recibió, que su cadáver nunca fue reconocido entre los montones de cuerpos. Con la muerte de Espartaco, su movimiento cayó: la mayoría había muerto en combate y unos pocos supervivientes eran prisioneros de Craso.
Craso mandó a crucificar a todos los 6 000 prisioneros a lo largo de la Vía Apia. Pero el hombre que se llevó la gloria de la victoria no fue Craso sino Pompeyo, quien se topó en Etruria con una facción fugitiva y no dudó en aniquilarla, para luego jactarse de haber puesto fin a la guerra, en perjuicio de Craso.
La gloria de Espartaco no quedó eclipsada tras su muerte, sino que ha perdurado en la memoria colectiva como un mítico símbolo de libertad y de esperanza.
Referencias Bibliográficas
National Geographic (19 de Julio de 2018). Espartaco, de gladiador a general. Recuperado el 8 de Febrero de 2021 en https://historia.nationalgeographic.com.es/a/espartaco-gladiador-a-general_8271/3
Okdiario (26 de Junio de 2017). Historia de Espartaco, el esclavo que hizo temblar a Roma. Recuperado el 8 de Febrero de 2021 en https://okdiario.com/curiosidades/historia-espartaco-esclavo-temblar-roma-1108431
Document Channel (s.f.). Espartaco. Detrás del mito DOCUMENTAL HISTORIA EN ESPAÑOL. Recuperado el 8 de Febrero de 2021 en https://www.youtube.com/watch?v=zmtP-FKgsqs