La Dinastía Carolingia fue un linaje de gran alcurnia de la Alta Edad Media, cuyos miembros gobernaron los reinos de Francia, Alemania e Italia. Fue una dinastía fundada por el mayordomo de palacio franco, Carlos Martel, cuyo nieto Carlomagno extendió los reinos francos hasta convertirlos en un imperio que abarcaba gran parte de Europa Central y Occidental. De esta dinastía emergió el Imperio Carolingio, siendo su máximo exponente el ya mencionado Carlomagno. El emperador franco logró conquistar Italia y establecer una alianza con el Papa León III, quien lo coronó como Imperator Romanorum el día de navidad del año 800.
Luis I el Piadoso y el Tratado de Verdún
Carlomagno falleció en el año 814, afortunadamente para su imperio, solo tenía un vástago apto como para heredar el inmenso legado, este era Luis I el Piadoso. Digo afortunadamente, ya que la costumbre de los francos indicaba que a la muerte del soberano el imperio debía repartirse entre los hijos del monarca, costumbre que llevaba a guerras civiles y a la debilidad política y militar del reino, motivo por el cual colapsó la dinastía anterior: la Merovingia. Por suerte para los carolingios este no era el caso.
Desafortunadamente, Luis el Piadoso no estuvo a la altura de su padre, el difunto Carlomagno, y carecía de sus habilidades políticas, militares y diplomáticas; lo que inició la progresiva decadencia de este ‘Imperium Romanum’. Durante su reinado ocurrieron una serie de rebeliones por parte de los señores feudales, lo que evidenció una fuerte descohesión entre la nobleza franca, germánica y lombarda del reino.

En el año 817, se elaboró la Ordenatio Imperii, un decreto imperial que buscaba esclarecer la sucesión real, y la unidad de los distintos nobles. Ahí se delegó la sucesión a su hijo primogénito, Lotario I, a quien coronó coemperador y rey de los lombardos (Italia). A sus otros hijos, Pipino y Luis el Germánico, los nombró reyes de Aquitania y Baviera, respectivamente. El objetivo central del decreto era intentar buscar una continuidad próspera al Imperio Carolingio, antes que este caiga ante guerras civiles, separatismos, invasiones de pueblos bárbaros, o conflictos sucesorios.
El problema se presentó cuando, en el 823, nació el hijo más joven de Luis el Piadoso, Carlos el Calvo, fruto de su relación con Judith de Baviera. El emperador carolingio intentó incluir a su nuevo hijo en el reparto de tierra, lo que no agradó a los otros hermanos y estallaron las guerras civiles. La ingobernabilidad se volvió evidente, lo que sumado a la llegada de las incursiones de vikingos, hizo inminente el colapso del Imperio Carolingio.
En el año 840 falleció el rey-emperador Luis I el Piadoso, lo que volvió la situación totalmente insostenible. Lotario I dio uso de sus derechos de primogenitura y reclamó el título de emperador carolingio; lo que disgustó a sus otros hermanos (Luis II el Germánico y Carlos II el Calvo), quienes forjaron una alianza mediante los Juramentos de Estrasburgo. Cabe resaltar que este fue el primer documento redactado en lengua romanance, concretamente en proto francés, y en proto alto alemán. Los ejércitos de los hermanos menores lograron asestar a una contundente victoria contra Lotario I en la batalla de Fontenoy-en-Puisaye, ocurrida en el 841.



Buscando poner fin a las hostilidades, y buscar la forma de que sus ambiciones de poder no termine por destruir el imperio de su abuelo Carlomagno, los tres hermanos aceptaron en reunirse en Verdún en el año 843. Ahí se pactó una división del Imperio Carolingio: a Carlos II el Calvo le dieron las regiones occidentales (parte de lo que alguna vez fue el Reino Franco de los Merovingios), Luis II el Germánico se hizo con las zona de Germania (incluyendo los grandes ducados alemanes como Franconia, Suabia, Sajonia o Baviera), y a Lotario I se le concedió Lothringen o Lotaringia: una franja de tierra que iba desde los actuales Países Bajos hasta el norte de Italia; asimismo, se le permitió retener el título de emperador carolingio, aunque solo representase un formalismo, y la capital de Aquisgrán.

Los Reinos Carolingios
Tras el tratado de Verdún, los tres reyes carolingios experimentaron una paz relativa entre ellos, y más bien defendieron sus jóvenes fronteras de la amenaza de los vikingos normandos (hombres del norte). Es recordado el asedio de París, ocurrida en el año 845, supuestamente dirigida por Ragnar Lothbrok; dicho asedio terminó con Carlos el Calvo pagando un tributo con tal de que los invasores se retiren.
En el año 855 falleció el emperador Lotario I, y dividió la Francia Media entre sus dos hijos: Luis II el Joven heredó Italia y el título de emperador carolingio, y a Lotario II se le delegó la región de Lotaringia. Tanto en la Francia Occidental (reino que pasará a ser Francia) como en la Francia Oriental (reino que pasará a ser Alemania) se vivió una descentralización abismal, lo que fue potencializado gracias a la Capitular de Quierzy, ya que varios vasallos comenzaron a ser más autónomos en la administración de sus territorios, y en ciertos casos se mostraron desleales a Carlos el Calvo y Luis el Germánico, en sus respectivos reinos. Mientras que en la Italia de Luis II el Joven, se comenzó a gestar un proceso de fragmentación interna en una serie de ciudades estado y micro naciones, aunque avasalladas al poder imperial.
En el año 869 falleció Lotario II, otorgándole a Carlos una oportunidad ideal para marchar hacia Metz y reclamar Lotaringia. Su hermano Luis el Germánico protestó ante la ocupación francesa y obligó al Calvo a firmar el Tratado de Meersen, en el año 870. Con el fin de Lotaringia, solo restaron los reinos que serían la base de los actuales Francia, Italia y Alemania.

El hijo restante de Lotario I, Luis II el Joven, gobernaba en Italia con el título de ”rey de los lombardos”, y además era poseedor del cargo imperial. Su muerte en el 875 generó una gran disputa entre sus tíos, Carlos el Calvo y Luis el Germánico, por dichos títulos. El rey francés se apresuró para conseguir la corona imperial y el favor del pontífice Juán VIII, así como el norte de Italia.
Un año después fallecería el rey alemán, Luis II el Germánico, quien repartiría el reino entre sus tres hijos: Carlomán heredó Baviera, Carlos III el Gordo, Suabia, y Luis III el Joven, Franconia, Lotaringia, Sajonia y Turingia. El último de los hijos de Luis el Piadoso, Carlos II el Calvo, falleció en el 877, delegándole todos sus dominios en Francia a su hijo Luis II el Tartamudo, mientras que Italia caía en las manos de Carlomán de Baviera.

A raíz de la muerte de Carlomán de Baviera, su hermano Carlos el Gordo heredó Italia y en el 880 se entrevistó en Rávena con el Papa Juán VIII, para que un año después sea coronado como emperador carolingio. En el año 882 el Reino de Alemania fue reunificado bajo el cetro de Carlos el Gordo, tras la muerte de su hermano Luis III el Joven. Por otro lado, en Francia, Luis II el Tartamudo fue sucedido por sus hijos Luis III y Carlomán II quienes gobernaron en una suerte de monarquía dual, y fue tras la muerte de estos (de Luis en el 882 y de Carlomán en el 884), que todo el Reino de Francia recayó sobre Carlos III el Gordo. De esta forma el imperio de Carlomagno quedó restaurado.
El Imperio Franco-Germánico de Carlos III el Gordo
En el año 884 el Imperio Carolingio fue reunificado bajo Carlos el Gordo, aunque esto se dio por poco tiempo. La situación que atravesaba el imperio era sumamente crítica, especialmente gracias a las invasiones de vikingos normandos en Francia y Alemania.
En la asamblea de Worms, el emperador reunió un ejército potente encabezado por su sobrino Arnulfo, margrave de Carintia, y el conde Enrique de Turingia. Este ejército fue de vital importancia para detener las incursiones normandas en la zona de Frisia y Renania. Aunque fue aplastante para el gobierno de Carlos el Gordo el segundo intento de asedio a París por parte de los vikingos, ocurrida en el 885. La ciudad estaba protegida por Eudes, conde de París, quien resistió a la amenaza vikinga, dejando maltrecho y desprestigiado al emperador quien intentó negociar a pérdida con los sitiadores.

Carlos el Gordo enfermó en el año 887, tan solo tres años después de haber reunificado al Imperio Carolingio. Su estado permitió un levantamiento de la clase nobiliaria, liderados por Arnulfo de Carintia y Eudes de París, quienes declararon al soberano en un estado de debilidad, incapacidad y no apto para gobernar, y forzaron su abdicación. Su deposición, y posterior fallecimiento, llevó a la división del imperio en Francia (bajo la regencia de Eudes), Alemania (bajo el reinado de Arnulfo), e Italia (bajo el noble italiano Berengario de Friuli, primo del Gordo).
Los Carolingios de Francia y el Ascenso de los Capetos
En el año 893, Eudes, le abrió paso al trono francés a Carlos III el Simple, hijo de Luis II el Tartamudo, y a su vez hijo de Carlos II el Calvo. Durante su reinado se intentará cesar las hostilidades con los vikingos, quienes venían siendo un problema para los francos desde hacía poco menos de un siglo. En el 911 pactó con el caudillo vikingo Rollo un reparto de tierras en el norte del reino, concediéndoles el Ducado de Normandía a cambio de acabar con los pillajes y lograr la conversión al Cristianismo de los normandos, en virtud del Tratado de Saint-Clair-sur-Epte.

Sin embargo, Carlos III fue impotente a la hora de rechazar las sublevaciones de los nobles, las cuales le costaron su corona. Resulta que en el 922 los señores feudales aclamaron a Roberto I, hermano de Eudes, pero este murió en batalla a manos de las fuerzas carolingias. En el lugar de Roberto, coronaron a Raúl I de Borgoña, quien forzó a Carlos el Simple a buscar refugio en casa del conde Heberto II de Vermandois, quien hizo al monarca su prisionero y lo encerró en un castillo cerca del río Somme – terminó muriendo tras seis años de cautiverio. Por su parte, la esposa de Carlos el Simple, la reina Edgiva de Wessex, huyó a Inglaterra con su hijo Luis, llamado ”de ultramar”.
Raúl I gobernó Francia por poco más de una década, y fue en el 936, cuando el príncipe exiliado en Inglaterra pudo volver a Francia y gobernar con el nombre de Luis IV, reinstaurando la Dinastía Carolingia.
Si bien es cierto Luis IV gobernaba el reino por derecho, quien ejercía el poder en la práctica era el conde de París, Hugo el Grande, bajo el cargo de dux francorum. La rivalidad entre ambos llevó al reino a una crisis política, lo que a su vez casi se tradujo en una guerra civil, sin embargo, el duque de Normandía traicionó a su monarca y lo entregó a Hugo el Grande. Pero gracias a la presión de ingleses y alemanes, el rey franco fue liberado.
Luis IV de Ultramar falleció en el 954 cuando se cayó de su caballo, y fue sucedido por su hijo Lotario. El nuevo dux francorum era Hugo Capeto, hijo de Hugo el Grande, quien aprovecharía la debilidad de los últimos carolingios para acumular más poder. No fue hasta el año 987, tras la muerte del heredero de Lotario, el rey Luis V, que los nobles aclamaron a Hugo Capeto como nuevo rey de los francos, instaurando así la Dinastía Capeta en Francia.
Los Carolingios de Alemania y el Aparición del Sacro Imperio Romano Germánico
Retrocedamos a la muerte de Carlos el Gordo para averiguar cual fue el destino de la Alemania carolingia. El Reino de Alemania se encontraba en un estado complicado, estaban rodeados de adversarios y amenazas para sus fronteras: en el norte los vikingos, en el oeste los francos, y en el este – los recién fundados – Gran Principado de Hungría y Ducado de Bohemia (fundados respectivamente por los invasores magiares y eslavos que se asentaron en la frontera oriental del imperio).
Arnulfo de Carintia, y su sucesor Luis IV el Niño, fueron testigos de como los líderes germánicos consolidaron su soberanía y los límites de sus tierras, y crearon los ducados raíz de Alemania: Sajonia, Franconia, Suabia, Baviera y Alta y Baja Lotaringia. Aunque en los próximos siglos estos ducados se fraccionarán en múltiples condados, marquesados, y reinos menores; siendo el monarca alemán una figura de cohesión, unión y coordinación, haciendo que el poder real esté apoyado fuertemente en los intereses de la nobleza, lo que le iría concediendo a la monarquía una naturaleza más electiva que hereditaria.

La rama carolingia en Alemania fue bastante efímera, en comparación con sus primos franceses, ya que se extinguió en el 918 tras la muerte del rey Conrado I, nieto de Arnulfo. El título de emperador carolingio dejó de tener mayor importancia y poder real, ya que se convirtió en un mero soborno del papado a los reyes italianos, para así asegurar su lealtad.
Tras la muerte de Conrado I, el nuevo rey electo fue Enrique I el Pajarero, duque de Sajonia, quien instauró en Alemania la Dinastía Sajona u Otoniana. Enrique rompió la tradición de la monarquía electiva para nombrar sucesor a su hijo Otón I el Grande. La coronación de Otón como rey de Alemania, en el 936, llevó a una guerra civil, ya que los nobles consideraban el nombramiento de Otón totalmente ilegítimo. El rey aplastó la rebelión y acertó su control sobre los ducados alemanes. Al asegurar su posición como monarca, Otón I buscó la forma de ampliar sus dominios y revivir, el distinguible y firmemente fragmentado, imperio de Carlomagno.
A mediados del Siglo X, Otón I fijó su mirada en el Reino de Italia de Berengario II. Otón reconoció la soberanía de Berengario en Italia, a cambio de su fidelidad. El rey de los lombardos se rebeló y arrebató contra el aliado de Otón, el Papa Juán XII, y asedió Roma. El pontífice envió un pedido de apoyo al alemán, y este viajó a Roma, derrotó a los italianos, e hizo un solemne juramento de defender al papado de cualquier amenaza. El papa le devolvió el favor al reconocer a Otón como rey de Italia, y le coronó ”sagrado emperador de los romanos” en el año 962, instaurando oficialmente el Sacro Imperio Romano Germánico.

Referencias Bibliográficas
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