El Renacimiento Urbano en la Baja Edad Media

El Resurgir Urbano

A partir del Siglo XI, Europa comenzó a experimentar un periodo de paz. Las invasiones extranjeras menguaron a medida que el Cristianismo se expandía por todas las regiones del continente. Esto provocó un importante impulso a la agricultura, lo que se tradujo en un incremento poblacional y una mayor prosperidad económica en Occidente.

El aumento de la producción agraria también fue posible gracias a las nuevas técnicas agrícolas: mayor extensión de la superficie cultivada, la llamada ”rotación trienal”, el uso de estiércol como abono, promoción del uso de molinos de viento y agua, etc. La reaparición del excedente de cultivo permitió reactivar el comercio y la artesanía, por lo cual varios mercaderes se trasladaron a las viejas ciudades romanas, ubicadas de cara a las rutas comerciales. Esto fue provocando un paulatino éxodo del campo a las ciudades.

Todo esto llevó a que, a partir del Siglo XII, Europa Occidental sea testigo un resurgir de las ciudades y de la vida urbana. En la Baja Edad Media las ciudades volvieron a ser el núcleo de las actividades políticas, económicas y sociales. En este periodo varias ciudades de la época romana – parcialmente desocupadas – volvieron a experimentar una revitalización, y con ello, vivieron un nuevo periodo de apogeo. Del mismo modo, varias fortalezas o monasterios ubicados en torno a ríos, caminos, o puertos presenciaron una aglutinación poblacional a su alrededor, al acudir los campesinos a vender sus excedentes y al mismo tiempo a comprar artículos de uso cotidiano a los artesanos.

Gracias a ello, ”las ciudades se volvieron centros de consumo, de producción artesanal y, a la vez, de redistribución”. Para el Siglo XIII, la mayoría de las ciudades apenas pasaban los 10 000 habitantes; a excepción de ciudades como París, Londres, Córdoba o Venecia, las cuales llegaron a superar los 100 000.

La Aparición de la Burguesía

El centro económico de este renacimiento urbano lo encontramos en los llamados burgos. Estos burgos eran barrios de comerciantes y artesanos que surgieron en las ciudades medievales; por lo tanto se aplicó por extensión la denominación ”burgués” para todo aquel que residía en el burgo. En varias ciudades los burgos se construyeron por fuera de las murallas, lo que permitió extender los límites urbanos.

A diferencia de la servidumbre, la burguesía era libre, y gracias a su dedicación a la artesanía y al comercio lograron prosperar y enriquecerse. La riqueza del burgués se originaba en el dinero, obtenido a través del libre intercambio; lo que resultó rompedor con el rígido modelo feudal de órdenes, el cual dependía en la tierra y en las actividades rurales. Es por ello que en la Baja Edad Media, la burguesía constituyó una suerte de clase media, al no pertenecer a los estamentos privilegiados (nobleza y clero), pero al mismo tiempo no estar atados a lazos de servidumbre.

El cambista y su mujer, cuadro de Quentin Massys, 1515.

El Papel de las Monarquías y las Instituciones Políticas

Dentro del esquema feudal, los burgueses pertenecían al estado llano; por lo cual las aspiraciones de la naciente burguesía era liberarse de los lazos feudales contraídos con sus señores, y así tener una mayor libertad política, y sobre todo una mayor libertad económica. Los burgueses se vieron obligados a acudir a los reyes, quienes buscaban volver a ejercer control el directo sobre todos sus territorios, los cuales estaban fragmentados y eran regentados por los señores feudales.

Debido a que los burgueses respaldaban a los reyes frente a la nobleza y al clero (quienes veían con malos ojos el ascenso de esta clase social revolucionaria, ya que asimilaban sus actividades con la avaricia y la usura), los monarcas no tuvieron mayor problema en concederles privilegios y libertades. Varios soberanos colocaron a las ciudades bajo la administración de los burgueses (sustraída del control señorial), y permitieron que el intercambio comercial sea llevado con mayor libertad, al conceder cartas de privilegios a las ciudades. Esto debilitó considerablemente al sistema feudal, lo que a la larga llevó a la consolidación de las monarquías absolutas y del estado moderno.

Debido a que los burgueses obtuvieron el derecho de autogobernarse, en varias ciudades aparecieron instituciones políticas: los concejos. Los concejales llevaban a cabo sus reuniones en los ayuntamientos, y eran encabezados por el alcalde. En este concejo podemos encontrar a los representantes de las familias burguesas más influyentes y a varios exponentes de las familias nobiliarias. Es interesante notar como la burguesía se ennobleció al acumular mayor dinero, poder político e influencia, y al mismo tiempo la nobleza se aburguesó, buscando adecuarse a las nuevas circunstancias. Por ejemplo, este modelo fue aplicado en varias partes del Sacro Imperio Romano Germánico, donde se vio el surgimiento de las ciudades imperiales libres, como Augsburgo, Bremen, Fráncfort del Meno, Ratisbona, Núremberg, Lübeck, o Colonia, las cuales eran administradas autónomamente por asambleas de burgueses.

”El concejo establecía los impuestos, organizaba la defensa de la ciudad por medio de la milicia concejil y cuidaba los espacios públicos y las murallas. Las ciudades contaban también con sus propios tribunales de justicia. La casa comunal o ayuntamiento, con su torre, presidía la plaza principal”.

Por su parte, gracias a la concentración de poder en los monarcas, varios sectores de la nobleza y el clero (y con el tiempo también representantes de la burguesía) buscaron hacer valer sus derechos y privilegios, y al mismo tiempo moderar los autoritarismos. Es por ello que en la Baja Edad Media surgieron los primeros órganos legislativos, llamados grandes concejos, cortes, curia regia, o parlamentos. Por ejemplo, encontramos el Parlamento de Inglaterra, el cual surgió tras la firma de la Carta Magna en 1215, y fue promovido subsecuentemente durante el reinado de Enrique III. Del mismo modo, en Francia se convocaron por primera vez los Estados Generales en 1302, durante el reinado de Felipe IV el Hermoso. Estas asambleas debían jurar fidelidad al rey, aprobar nuevos impuestos, dar consejo político, asesoramiento diplomático, etc.

La Ciudad Bajomedieval: economía, sociedad, y vida cotidiana

Las ciudades medievales destacaron por su intensa actividad económica y sus cotidianos intercambios comerciales. Los burgos se caracterizaron por la división de oficios y profesiones, a diferencia de la vida feudal en el campo. Si bien es cierto que la actividad económica de las ciudades medievales se centraba en la artesanía y el comercio, los burgueses también se especializaron en la panadería, la banca, la carpintería, etc.

Los artesanos (herreros, alfareros, orfebres, tejedores, curtidores, plateros, etc.) eran aquellos que se especializaban en la manufactura – la fabricación de objetos realizados a mano o con la ayuda de una máquina sencilla. La industria estaba fuertemente descuidada en Europa desde la caída del Imperio Romano, y por ende la producción en esta época era bastante limitada. Es por ello que los europeos tuvieron que redescubrir las viejas técnicas de la artesanía a través de bizantinos y árabes.

El artesano encontraba su centro de trabajo en el taller, en muchas ocasiones este estaba integrado a la vivienda. Los artesanos de un mismo oficio se agrupaban en calles que recibían el nombre de su actividad; y para mantener competitividad y producción, se reunieron en asociaciones llamados gremios. Los gremios eran bastante respetados en las ciudades, pues eran los que fijaban procedimientos de producción, salarios, normas laborales, horarios de trabajo, precios, calidad del producto, etc.

Cada gremio ejercía el monopolio de un oficio en particular, por lo cual nadie podía comenzar a practicar la determinada actividad si es que no se integraba al gremio. En la asociación también existían tres escalafones de jerarquía donde los miembros eran distribuidos de acuerdo a la destreza, antigüedad y experiencia: maestro, oficial y aprendiz. Normalmente, el taller estaba integrado a la vivienda del maestro. Uno podía escalar al rango de oficial tras diez años de aprendizaje, mientras que el asenso a la categoría de maestro solo era para aquellos oficiales que elaboraran una obra maestra.

Otra de las principales funciones de las ciudades medievales fue el comercio. Esta actividad económica era fomentada a través de las ferias: mercados abiertos que se celebraban periódicamente, donde campesinos y mercaderes iban a vender sus excedentes, y al mismo tiempo burgueses adinerados adquirían productos lujosos y exóticos. Las ferias más famosas fueron las de Champaña y Flandes.

Cabe resaltar la figura del mercader, quien fue uno de los principales protagonistas del acontecer bajomedieval. El mercader era un burgués que se especializaba en el comercio a larga distancia, ya sea a lo largo del Mediterráneo, o entre los extremos norte y sur de Europa. Esto fue potenciado por la formación de ligas comerciales que agrupaban a varias ciudades, siendo la más famosa la Liga de Hansa, al norte de Alemania. Los mercaderes consiguieron ganarse la confianza de los nobles, lo que les permitió acceder al funcionariado urbano, constituyendo una suerte de patriciado que pasó a controlar la vida municipal (por lo menos hasta la Crisis del Siglo XIV).

Este desarrollo del comercio en las ciudades medievales marcó un hito importante para la transición entre el feudalismo y el capitalismo. Esto se vio propiciado por la reactivación de la moneda para las transacciones económicas, desplazando al trueque. Debido a la aparición de diversas monedas en los distintos reinos de Europa, fue necesaria la aparición del cambista y de la banca.

Hacia fines de la Edad Media, aparecieron lugares en los centros comerciales más importantes de Europa, como las ciudades del norte de Italia, donde la naciente clase empresarial llevaba a cabo sus transacciones financieras. Los que tenían un excedente de dinero podían prestarlo con intereses a aquellos que necesitaban efectivo para adquirir mercaderías. Los comerciantes y financistas efectuaban esos intercambios sentados en largos bancos de madera en los mercados, sobre los cuales extendían sus piezas de oro. Paulatinamente la palabra banca dejó de entenderse como ‘mostrador del que presta dinero’ para ser una ‘empresa de transacciones de crédito’. 

El Gótico

El renacimiento urbano también vino acompañado con la aparición de un nuevo estilo artístico – caracterizado por su espectacularidad, sus suntuosas vidrieras de colores, y sus famosos pináculos – llamado estilo gótico. El arte gótico pudo haber encontrado su origen con el abad Suger, abad francés de la Abadía de Saint Denis de París, quien creía que la belleza de los edificios religiosos era necesaria para así estar más cerca de Dios.

El estilo que había imperado en Europa desde el Siglo X fue el estilo románico, predecesor del gótico, y caracterizado por su austeridad y ruralidad. Bernardo de Claraval, fundador de la Orden del Císter, consideraba que los edificios religiosos debían ser el signo de la pobreza y sobriedad que tanto caracterizaba a los santos evangélicos. Sin embargo, en el Siglo XII, durante el reinado de Luis VI el Gordo, y sobre todo de su hijo Luis VII el Joven, comenzó a surgir el movimiento arquitectónico gótico en Francia, promovido particularmente por Suger.

El arte románico correspondía a una sociedad altomedieval rural, donde el monasterio era el centro de la vida religiosa. Mientras que el estilo gótico correspondía a un periodo bajomedieval urbano, donde la espiritualidad giraba en torno a la catedral. Los arquitectos del gótico levantaron prodigiosas catedrales, novedades que vendrían a ser los edificios más significativos de las grandes ciudades medievales.

El punto de partida del arte gótico fue la abadía de Saint Denis, donde dirigía Suger, y además era el mausoleo de varios reyes de Francia. Se aprovechó la rehabilitación de la cabecera en 1140, para llevar a cabo la incorporación de algunos elementos góticos a modo de ensayo: las vidrieras en los vanos, los arcos apuntados y la bóveda de cruces. A partir de los cambios realizados en la abadía parisina, el movimiento gótico ganó popularidad en varias partes de Francia, y se expandió por Europa en los Siglos XIII y XIV. Sin embargo, el estilo arquitectónico gótico encontró sus particularidades, en cronología y variantes, según los países y regiones.

Basílica de Saint Denis, París, Actualidad

Gracias a una combinación de todos estos elementos se logró que los edificios tuvieran una apariencia esbelta y vertical, contrastando significativamente con la pesadez de las construcciones románicas. Las construcciones góticas tuvieron dos cualidades representativas: la luminosidad y la elevación.

La intencionalidad de las catedrales en estilo gótico era lograr que estas sean las más altas y suntuosas de la ciudad, y que al ingresar, los fieles puedan asociar la luz a la inmaterialidad y a la esencia pura de Dios. Para lograr esto se descartaron los muros gruesos, y se emplearon los vanos, rellenados con vidrieras coloreadas que inundaron las iglesias con luz. La luz no emergían de las pinturas o mosaicos, sino que era luz general, difusa, no concentrada en puntos, pero que era redirigida a todas direcciones como si se tratara de focos.

Para conseguir la altura deseada, y al mismo tiempo mantener el equilibrio entre todas las fuerzas, se emplearon nuevas técnicas. Se descartaron las bóvedas de cañón y los arcos de medio punto, en beneficio de los arcos apuntados u ojivales y las bóvedas de cruces. La nueva bóveda gótica era más ligera que su predecesora, y descargaba su peso a través de baquetones y columnas que conectaban con la planta, y a su vez con los contrafuertes del exterior. Los contrafuertes externos recibían los empujes de la bóveda y estaban separados gracias a los arbotantes. A modo de decoración, y también para contrarrestar el empuje de los arbotantes, los contrafuertes solían rematar con un pináculo sobre ellos. Véase el siguiente gráfico:

Líneas de descarga del peso de las bóvedas de crucería u ojivales

El arquitecto gótico también dio particular hincapié a la decoración del exterior. Con el refinamiento de este estilo artístico con el pasar de las décadas, se comenzaron a incorporar torres apiramidadas que concluían en un capitel en la parte superior. Varias fachadas también eran decoradas con ventanales circulares y con molduras angulosas sobre los arcos de las portadas, llamadas gabletes.

Entre las catedrales más representativas del movimiento arquitectónico gótico se encuentran la de Notre Dame de París (cuya construcción demoró poco menos de dos siglos), Laon, Sens, Chartres, Burgos, Milán, Reims, Angulema, Poitiers, Colonia, Sevilla, Amiens, Ruán, Siena, Florencia, y un largo etcétera.

Las Primeras Universidades

Durante la Alta Edad Media, la cultura se circunscribió a los monasterios, siendo analfabeta gran parte de la población rural. En los monasterios emanaba tanto espiritualidad como cultura, ya que ahí se traducían y preservaban los escritos clásicos. Esto comenzó a cambiar a finales del Siglo XI, cuando la vida cultural inundó las emergentes ciudades. Fue gracias a la insistencia de la burguesía, que se logró la culturización de un segmento acomodado de la plebe. La clase burguesa demandó una mejor educación ”para el buen desarrollo de sus negocios y la formación de sus hijos”.

La mentalidad liberal del burgués comenzó a exigir el estudio de la economía, del derecho, de la filosofía, de la teología, etc., y que así la cultura no se limitara a las escuelas monásticas o catedralicias. De este modo la burguesía mercantil y artesanal se consolidó como un estrato social culto. Estos centros de enseñanza laicos se conocieron como los Studium Generale, los cuales destacaron por su alto nivel educativo, y más adelante evolucionaron en las universidades. El título de studium era otorgado por el respectivo rey o emperador, e inclusive por el mismísimo papa. Esto fue así, ya que dichas figuras de poder tomaron a los centros bajo su mecenazgo, lo cual fomentó el prestigio de estas universidades primitivas.

Universidad de Oxford

La función de las universidades, además de la enseñanza, era la investigación, así como la producción y la reproducción del saber, lo cual generó todo tipo de controversias y debates. Los títulos que concedían los studia eran válidos para todo el mundo cristiano, para ello debían mantener sus puertas abiertas para estudiantes de distinta nacionalidad. En ellas se impartían clases de educación superior, centrada en el estudio de las artes liberales, compuesta por el trivium: gramática, retórica y lógica; y el quadrivium: astronomía, geometría, aritmética, y música.

Del mismo modo, los estudiantes también podían cursar estudios especializados como derecho, contabilidad, medicina, teología y filosofía. De estas universidad también emergieron renombrados profesores, quienes eran animados a desplazarse de un studium a otro para compartir sus conocimientos y documentos, ”iniciando la cultura de intercambio cosmopolita que caracteriza al espíritu universitario”.

Representación pictórica de una clase en la Universidad de Salamanca

En las universidades predominó la escolástica – corriente teológica y filosófica que tomó prestada la filosofía grecolatina clásica para comprender la revelación religiosa del Cristianismo. La filosofía dominante era la de Aristóteles, la cual llegó a Europa a través de centros de enseñanza árabes. El principal promotor de esta corriente fue Santo Tomás de Aquino, quien fue un gran contribuidor a la cultura y al saber occidental.

Entre las universidades más destacadas de la Baja Edad Media se encuentran la de Bolonia (el primer studium, fundada en 1088), a la que siguió Oxford (1096), su rival Cambridge (1209), Salamanca (fundada en 1218, y primera con estudios de medicina), Padua (1222), Nápoles (1224), Valladolid (1241), Roma la Sapienza (1303), Orleans (1308), Praga (1348), Viena (1365), Colonia (1368), etc.

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