El Auge de Justiniano

Nombramiento como Emperador y Proyectos Iniciales

En el año 527, Justiniano I fue coronado emperador del Imperio Romano de Oriente en Constantinopla, tras la muerte de su tío, el emperador Justino I. Justiniano era oriundo de Tauresium, en la provincia romana de Macedonia. Desde joven había servido a su tío Justino en la administración del imperio, y poco antes de morir le nombró heredero. Conviene señalar que Justiniano fue el último emperador romano en utilizar el latín como lengua materna, puesto que todos sus sucesores tendrían al griego como su lengua vernácula.

Sus políticas estuvieron orientadas en el objetivo de restaurar la gloria del Imperio Romano clásico, en tal sentido introdujo una serie de reformas jurisprudenciales, sociales, políticas y religiosas; asesorado siempre por su esposa, la sabia Teodora. Ello le llevó a ejecutar un gran programa militar denominado Renovatio Imperii, el cual – como su nombre bien indica – estuvo ideado con el objetivo de recuperar las provincias perdidas de Occidente que se encontraban en poder bárbaro.

En el aspecto religioso, se cuenta que Justiniano era un devoto ortodoxo, creó leyes discriminatorias contra judíos y maniqueos; así como cristianos herejes, tales como arrianos, nestorianos o monofisitas. Se les impidió, por ejemplo, acceder a la burocracia estatal o poseer esclavos cristianos. Aunque se cree que Teodora era monofisita, lo que hizo a Justiniano más tolerante en ese aspecto; es más, se teoriza que el emperador estuvo ad portas de adoptar el monofisismo cerca del final de su reinado.

La mayoría de reformas y leyes de Justiniano fueron recopiladas bajo el epígrafe de Novellae Constitutiones, o Nuevas Leyes. Alrededor del 530, el emperador formó una comisión dedicada en la recodificación completa del Derecho Romano, en la cual se renovó la obra jurídica clásica romana, amplió el Código Teodosiano, y se le añadieron las leyes justinianas. La monumental tarea estuvo en manos del jurista Triboniano y del prefecto del pretorio Juan de Capadocia, quienes suprimieron contradicciones, así como lagunas y vacíos legales, manteniendo todas las leyes en acorde con la fe cristiana y sus doctrinas definidas en los concilios ecuménicos. El resultado de este compendio legal fue el Codex Ivstinianvs, o Código de Justiniano. Otra obra jurídica de Justiniano fue el Corpus Iuris Civilis, el cual fue una recopilación de todos los libros legales de este emperador, tales como el Digesto o el Pandectas.

Revuelta de Niká y Remodelación de Hagia Sophia

Justiniano ejecutó diversos proyectos los cuales llevaron al Imperio Bizantino a sus años dorados; pero el presupuesto no era ilimitado. Durante los años iniciales de su reinado, Justiniano inició una campaña militar contra el Imperio Sasánida de Kavad I. El emperador envió a un joven general con el nombre de Flavio Belisario, quien obtuvo una contundente victoria contra los persas sasánidas en la Batalla de Dara, ocurrida en el 530. Aunque poco después, los persas obtuvieron una victoria pírrica en la Batalla de Calínico. Esta guerra bizantino-sasánida se resolvió cuando ambos bandos firmaron la llamada Paz Eterna con el sucesor de Kavad, Cosroes I, la cual no fue tan ”eterna”.

La campaña en Persia agotó la capacidad económica del Estado, y Justiniano se vio obligado a introducir mayores presiones tributarias. Por otro lado, fomentó la meritocracia dentro del funcionariado, lo que permitió que burócratas impopulares lleguen a desempeñar cargos públicos. Entre estos funcionarios destacan Procopio de Cesarea (historiador personal del emperador) o el poeta Romano el Melódico. El descontento era palpable tanto en los aristócratas como en la plebe.

La situación escaló en el año 532, tan solo cinco años después de ascender al poder, cuando ocurrió la Insurrección de Niká, dentro del propio Hipódromo de Constantinopla. Esta insurrección ocurrió mientras se celebraban unos juegos, y fue tan incontrolada y violenta que casi le cuesta la corona al emperador. Esta sublevación se inició por una intrascendente discusión entre los ”azules y los verdes” (las facciones que competían); los verdes o prasinoi, se trataban de mercaderes monofisitas, mientras que los azules o venetoi, estaban compuestos por aristócratas ortodoxos. Los verdes se alzaron contra los azules en medio de unas carreras de carros, y el hipódromo se convirtió en un auténtico campo de batalla. La inestabilidad social casi obliga a Justiniano y su corte a evacuar Constantinopla, pero su mujer Teodora le aconsejó permanecer en la ciudad y enfrentar la situación de cara.

Carreras de Carros en el Hipódromo de Constantinopla

Justiniano envió a Belisario a solventar las protestas, lo que terminó con una sanguinaria represión que dejó cerca de 30 000 cadáveres y una ciudad hecha ruinas. Constantinopla, inclusive, ardió en llamas durante cinco días. No obstante, la calma y la prosperidad regresaron al imperio, y Justiniano aprovechó -astutamente- la precaria situación de la infraestructura de la ciudad para remodelarla y embellecerla. El emperador hizo restaurar las edificaciones principales de la urbe, y el resultado fue magnífico; por ejemplo, la iglesia primitiva de Santa Sofía que construyó Constantino el Grande se remodeló y amplió, convirtiéndose en la Basílica de Santa Sofía (Hagia Sophia) o de la Santa Sabiduría. Este monumental templo se convirtió en la mayor expresión arquitectónica de este emperador.

Los arquitectos Isidoro de Mileto y Antemio de Tralles levantaron una cúpula con treinta metros de diámetro. En las iglesias bizantinas se introdujeron unos arcos llamados ábsides, decorados con mosaicos religiosos, contando con un trono donde se sentaba el patriarca de Constantinopla. Desgraciadamente, en el 538, la cúpula de Santa Sofía se derrumbó, aunque Justiniano hizo erigir otra que era diez metros más alta.

Trono episcopal de la Basílica de Santa Sofía

Constantinopla también contaba con grandes complejos arquitectónicos, tales como el Palacio Imperial de Dafne, el Palacio Senatorial de Magnaura, el Foro de Constantino, el Acueducto de Valente, el ya mencionado Hipódromo de Constantinopla, el Palacio de Bucoleón, y la Iglesia de los Santos Apóstoles. Asimismo, a lo largo del extenso territorio bizantino comenzaron a erigirse monasterios, por ejemplo se encuentra el Monasterio de Santa Catalina en las laderas del Monte Sinaí. El arte bizantino quedó plasmado también en otras ciudades: en Rávena se puede admirar en las iglesias de San Apolinar y San Vital, que albergan maravillosos mosaicos.

Guerras Vándalas, Segunda Guerra Gótica y Campaña Hispana

El logro más reconocido de Justiniano fueron sus formidables campañas para recuperar los viejos territorios occidentales del Imperio Romano, los cuales se perdieron durante las invasiones bárbaras del siglo anterior. Antes de iniciar la campaña, Justiniano y Belisario mejoraron significativamente la capacidad militar del ejército e introdujeron nuevas reformas al puro estilo de los romanos: copiaron los estribos metálicos de los hunos, y de los persas los catafractos; es decir, los caballos blindados.

Del aspecto financiero se encargó Juan de Capadocia, y del militar Belisario, quien fue el genio táctico tras las conquistas de Occidente. El primer objetivo fue el Reino Vándalo de Gelimer, quien había destronado a su primo el pro bizantino Hilderico. Los vándalos tenían una base de poder precaria, ya que su territorio se encontraba asolado por las presiones fronterizas de los pueblos bereberes y su cohesión social era precaria debido a los conflictos religiosos entre la élite arriana y la mayoría católica.

En Junio del 533, una flota compuesta por 92 dromones (navío bizantino precursor a la galera) y 500 transportes partió de Constantinopla rumbo a los dominios vándalos del norte de África. Desembarcaron en Caput Vadá, y Belisario marchó con su ejército compuesto por 20 000 hombres rumbo a Cartago. Los romanos derrotaron a los vándalos en la Batallas de Ad Decimun y Tricamerón, y tras sus victorias acabaron con el reinado vándalo.

Gracias a la hazaña de Belisario, Justiniano amplió los dominios bizantinos en el norte de África, donde se crearía la Prefectura del Pretorio de África. Posteriormente, Belisario tomó Cerdeña, Córcega, Septum (Ceuta), y las Islas Baleares. Además, los bizantinos lucharon en un segundo frente, ya que una pequeña fuerza expedicionaria bizantina partió de Egipto rumbo a Leptis Magna, en la Tripolitania. Tras estas Guerras Vándalas, el monarca vándalo, Gelimer, fue perdonado por los bizantinos, y Justiniano le dio tierras en Asia Menor.

Al igual que en África, ocurrieron problemas dinásticos en el Reino Ostrogodo de Italia, los cuales supusieron una oportunidad para una intervención armada por parte de Bizancio. La muerte del rey Teodorico el Grande significó que su joven nieto, Atalarico, le sucedería; pero el infante murió a temprana edad lo cual obligó a que la madre de este, Amalasunta, ocupe la regencia. Amalasunta esposó a un oficial ostrogodo de nombre Teodato, pero este la destronó tras un golpe de Estado en el año 535: este fue el casus belli que necesitaba Justiniano.

Ese mismo año, Belisario desembarcó con sus fuerzas en Sicilia, luego se movilizó por la península Itálica: sitió Nápoles y tomó Roma en el 536. Asimismo, un segundo ejército liderado por Ilírico Mundo arrebató Dalmacia a los ostrogodos. Para ese entonces, Vitiges destronó a Teodato, rompió con los acuerdos de paz que el Papa Agapito I intentaba negociar con Justiniano, y reunió un ejército para recuperar Roma.

Mosaico del general Flavio Belisario en la Iglesia de San Vital de Rávena

Vitiges intentó asediar Roma, pero las tropas de Belisario lograron defenderla de forma eficaz, y los ostrogodos tuvieron que retroceder. Poco después, Belisario tomó Génova, Milán, y en el 540 llegó a las puertas de Rávena (vieja capital del Imperio Romano de Occidente, y para ese entonces, capital ostrogoda). Vitiges le ofreció a Belisario el puesto de emperador de Occidente, el bizantino fingió aceptar la oferta, pero entró en Rávena reclamándola para Justiniano.

Sin embargo, en el 541, Belisario fue llamado a Oriente ya que el persa Cosroes I había roto la Paz Eterna y había invadido Antioquía, Alepo y Edesa. El general bizantino tuvo algunos éxitos contra los sasánidas, aunque en el 542, fue llamado a Constantinopla. Resulta que Justiniano le tenía envidia, ya que este general era más popular que él; se cuenta que a la corte llegaron rumores de una posible traición y el emperador decidió enjuiciarlo por corrupción y deslealtad.

Mientras Belisario era desplazado del panorama geopolítico europeo, los ostrogodos ejecutaron una campaña militar para recuperar Italia. Justiniano envió a otro general, Narsés, a lidiar con la amenaza ostrogoda. Tras una década de lucha en Italia, Narsés logró someter a la península tras derrotar a los ostrogodos del rey Teya en la Batalla del Monte Lactarius, sucedida en el 552. Los ostrogodos se retiraron de Italia, llevando el cuerpo de su rey caído en batalla. Si bien es cierto que los bizantinos lograron reconquistar Italia, la península había quedado devastada, debilitada y despoblada.

La Retirada de Italia del Pueblo Ostrogodo

Ese mismo año, Justiniano fijó su mirada en la Hispania visigoda. En ese entonces, el Reino Visigodo se había internado en una guerra civil entre el rey Agila y el usurpador Atanagildo. Este último solicitó ayuda al emperador bizantino, quien envió al prefecto del pretorio Liberio a reclamar Hispania. Los bizantinos tomaron Cádiz, Cartago Nova, Málaga y Córdoba con relativa facilidad; aunque tras el asesinato de Agila en el 554 a manos de partidarios de Atanagildo, el nuevo rey visigodo acordó con Justiniano establecer una frontera estable. En tal sentido, los bizantinos formaron la provincia de Spania en el sur del Guadalquivir. Aún así, la cuenca del Mediterráneo volvía a manos romanas.

Un Repentino Revés

La Era Justiniana fue la edad de oro del Imperio Bizantino, la expansión territorial fue monumental, se establecieron relaciones diplomáticas prósperas, y gracias al superávit financiero, Bizancio alcanzó su cenit. Desgraciadamente, una pandemia azotó Europa y Medio Oriente entre el 541 y el 543; se trataba de la Plaga de Justiniano, el primer brote de la Peste Bubónica. La pandemia redujo considerablemente las demografías de Bizancio, e incluso obligó al Imperio Bizantino y al Imperio Sasánida a firmar una tregua.

La guerra en Italia y la guerra contra los persas, sumadas a la pandemia, supusieron un fuerte revés económico del cual costaría levantarse. Para empeorar las cosas, Justiniano enviudó en el 548, lo que hizo que perdiera coraje y fuerza para reinar un imperio en crisis. Después del fallecimiento de Teodora, Justiniano gobernó por diecisiete años más. Llegó a reinar hasta los ochenta y tres años, como uno se podría imaginar, él ya no tenía ni la capacidad ni las ganas para seguir ejerciendo tal responsabilidad.

Mosaico de Teodora, mujer de Justiniano

Por otro lado, Justiniano tuvo que enfrentar una Segunda Invasión Bárbara. A mediados del Siglo VI, una tribu túrquica de las estepas rusas, los ávaros, emigraron de Asia Central, huyendo de los hunos y otros túrquicos. Estos ávaros llegaron al río Dniéper, asolaron el Danubio, conquistaron Panonia y sometieron varias tribus germánicas. Uno de estos pueblos germánicos eran los lombardos, quienes emigraron a los Alpes, no muy lejos de la Italia bizantina. Asimismo, ocurrió la invasión de los pueblos eslavos, que progresivamente emigraron hacia las fronteras bizantinas septentrionales. Del mismo modo, otro grupo túrquico, los búlgaros, se asentaron entre el Cáucaso y el Mar Negro; estos últimos llegarían a poner en jaque a Constantinopla, aunque Justiniano acudió a Belisario por apoyo, y este defendió exitosamente la capital, obligando a los humillados búlgaros a retirarse.

Los Sucesores de Justiniano

En el año 565 murió Justiniano con ochenta y tres años, dejando el imperio en bancarrota. Bizancio no contaba con los suficientes efectivos para defender las conquistas de los distintos invasores: persas, visigodos, lombardos, ávaros, y eslavos. Ninguno de los emperadores que le siguieron lograron continuar la obra de Justiniano, quien pasó a la historia como el emperador más célebre de Bizancio. Quien sucedió a Justiniano fue su sobrino Justino II, quien tuvo que reinar en las épocas más caóticas en la historia del Imperio Bizantino: la guerra contra los persas estalló, el rey visigodo Leovigildo invadió la Spania bizantina, y en el 570 los lombardos tomaron Milán y penetraron en Italia, dirigidos por su rey Alboino .

Los lombardos se asentaron lo largo de la península Itálica, donde se formaron tres principados: el Reino Lombardo de Pavía, el Ducado de Spoleto y el Ducado de Benevento. Mientras que los bizantinos aún lograron retener las regiones de Calabria y Apulia; algunas ciudades aisladas como Venecia o Nápoles; y el territorio central, el cual abarcaba desde Rávena hasta Roma.

En pocas palabras, la política de Justino II no fue la más apropiada para lidiar con tantas amenazas territoriales. Fue muy pasivo, su política religiosa dejó descontentos tanto a monofisitas como a ortodoxos, y su salud mental fue deteriorándose. Justino tenía incontrolables sucesos de violencia: mordía a los visitantes y se arrojaba de las ventanas. Su mujer Sofía tomó las riendas del gobierno, y cuando falleció Justino II en el 578, nombró como sucesor al hermano adoptivo de este: Tiberio II Constantino.

Tiberio II fue un emperador querido por el pueblo, y supo manejar efectivamente la amenaza persa. Aunque su gestión de la amenaza eslava y ávara dejó mucho que desear. Les cedió Sirmium a los ávaros por haber ”protegido” la frontera danubiana desde tiempos de Justiniano; por otro lado, debido al descuido de las fronteras, permitió que los eslavos penetraran en Moesia y saquearan Grecia. En el año 582, falleció Tiberio II, quien le sucedió fue su yerno Mauricio.

Con Mauricio la situación mejoró sustancialmente, logró llegar a una tregua duradera con Cosroes II del Imperio Persa, y además consolidó la protección de los territorios italianos que aún lograban retener. En Italia creó el Exarcado de Rávena, el cual fue una administración provincial exterior autónoma de corte militar, administrado por un exarca. También creó otro exarcado en África; transformando la vieja Prefectura del Pretorio de África, fundada por Justiniano, en el Exarcado de Cartago. Logró expulsar a los eslavos de Grecia, quienes se encontraban asediando Tesalónica, e incluso recuperó Sirmium de los ávaros. El gran desatino de Mauricio fue negarse a pagar el rescate de 12 000 bizantinos, prisioneros de los ávaros, quienes acabaron siendo ejecutados.

El resultado no fue nada favorable, ya que varios soldados se amotinaron y proclamaron a Flavio Focas como emperador, quien era un centurión analfabeto de origen tracio. Focas derrocó y asesinó a Mauricio en el 602 – marcando el fin de la Dinastía Justiniana. El reinado de Focas fue despótico, represivo y liberticida, inició una sanguinaria persecución contra los judíos, monofisitas y nestorianos de Egipto y Siria. Quien tomó provecho de la inestabilidad política provocada por el golpe de estado fue Cosroes II, rey sasánida del Imperio Persa, quien marchó con sus tropas hacia territorio bizantino y entró en Anatolia, amenazando con marchar rumbo a Constantinopla.

En este inestable escenario hace su aparición Heraclio, exarca de Cartago, y salvador de Constantinopla de la amenaza persa. Heraclio se hizo con Egipto y Siria, y en el 610 viajó hacia la capital donde acabó con el tiránico reinado del usurpador Focas. Heraclio fue nombrado Emperador de los Romanos, y preparó las defensas bizantinas contra el amenazante ejército de Cosroes II, y se dispuso a defender Anatolia. Bizancio y Persia se enfrascarían en una terrible contienda que duraría dos décadas; generando el caldo de cultivo perfecto para que un nuevo invasor proveniente de Arabia sometiera todo Medio Oriente y el norte de África durante el Siglo VII.

Heraclio: fundador de la Dinastía Heracliana

Conclusiones

El reinado de Heraclio dio inició a una nueva era para el decadente Imperio Bizantino, la cual fue de la mano de constantes guerras para defender las conquistas de Justiniano, conquistas que se encontraban en una situación irremediablemente vulnerable. A mi parecer, Justiniano fue un emperador magnífico en su tiempo, fue el primero de una larga lista de monarcas en intentar restaurar el Imperio Romano, y como pudimos ver falló en ello. La decadencia vista en los últimos veinte años de su reinado era totalmente inevitable, ya que estuvo influenciada por factores externos – la Plaga de Justiniano y la Segunda Invasión Bárbara. Bizancio erigió su centro de poder en Constantinopla, ciudad de un considerable valor comercial, que desde vikingos hasta árabes, añorarían inconsolablemente; y paradójicamente la ambición por conquistarla ocasionaría la caída del propio Imperio Bizantino 900 años después de la muerte de Justiniano.

Referencias Bibliográficas

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Garrido, A [Pero eso es otra Historia]. (2018, Julio 15). IMPERIO BIZANTINO 1: De la caída de Roma al auge de Justiniano I (Documental Historia). Recuperado el 13 de Marzo de 2021 en https://www.youtube.com/watch?v=Cx9kb9n-K-E

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