De República a Imperio: La Crisis del Siglo I a.C.

Sila, Cayo Mario y la Primera Guerra Civil Romana

Las disputas internas entre populares (quienes impulsaban reformas para favorecer a la plebe) y optimates (los conservadores aristócratas romanos) se habían visto plasmadas cuando el cónsul popular Cayo Mario le había otorgado a los pueblos itálicos la ciudadanía romana. Ya que tal medida no gusto a los miembros más conservadores del senado, quienes en el 95 a.C., le retiraron la anhelada ciudadanía a los itálicos desencadenando en la Guerra Social, en el 92 a.C.

En dicha Guerra Social, los itálicos, liderados por samnitas y umbros, se rebelaron contra los romanos buscando recuperar sus derechos perdidos. El anciano general Cayo Mario, y su cuestor optimate, Lucio Cornelio Sila, dejaron sus diferencias a un lado para enfrentarse a esta insurgencia. El senado optó por terminar con la guerra lo antes posible concediéndoles la preciada ciudadanía a los itálicos; esencialmente debido a nuevas amenazas en las fronteras romanas.

A nada más terminar la guerra, la rivalidad entre los populares de Mario y los optimates de Sila volvió a estar presente. El cabecilla popular contaba con el decidido apoyo de Publio Sulpicio Rufo, tribuno de la plebe en el 88 a.C. Rufo tenía el encargo de que los nuevos derechos itálicos sean ratificados por el senado, para que los itálicos canjeen su apoyo al bando popular.

Cayo Mario (izquierda) y Lucio Cornelio Sila (derecha)

Entre las nuevas amenazas fronterizas mencionadas anteriormente, se encontraba Ponto (norte de la actual Turquía), gobernado por su rey, Mitrídates VI, descendiente de la vieja aristocracia persa. Mitrídates había invadido varios reinos circundantes, como Capadocia, Paflagonia, Galatia, Bitinia, y había entrado a la provincia romana de Asia Menor. Mitrídates ordenó la ejecución de todos los ciudadanos romanos en Anatolia, terminando en la muerte de 80 000 personas: un auténtico genocidio.

República Romana en Verde y Reino de Ponto en Naranja

Publio Sulpicio Rufo había apuntado a Cayo Mario para liderar la ofensiva contra Ponto. Sila, quien era cónsul, buscó derogar el nombramiento de Mario, lo que consiguió el descontento popular y la violencia en las calles estalló.

Sila huyó precipitadamente de Roma hacia el sur de Italia, donde reunió un ejército de 35 000 hombres y marchó de regreso hacia la capital. Rufo fue asesinado y Mario huyó a una isla no muy lejos de Cartago. De está forma estalló la Primera Guerra Civil Romana, en el 88 a.C., entre los populares de Cayo Mario y los optimates de Sila.

Estando en Roma, Sila desmontó gran parte de las legislaciones de Rufo y Mario, y tras asegurarse de que su posición sería ratificada por los senadores optimates, este viajó a Grecia a enfrentarse a Mitrídates VI. Sila partió de Brindisi a Atenas, donde se enfrentó a los pónticos, avanzó al sur del protectorado romano de Bizancio, y terminó derrotando a Mitrídates en la Batalla del Río Ríndaco. Mitrídates pidió paz y perdón y Sila se lo canjeó al permitir que conserve su autonomía e independencia.

Mientras Sila estaba en Anatolia, un nuevo cónsul plebeyo fue elegido en el 87 a.C.: Cinna. Cinna volvió a traer algunas de las viejas legislaciones del difunto Rufo, lo que trajo más caos y violencia en las calles. Este huyó de Roma y se unió a Cayo Mario en África; luego, ambos marcharon rumbo a la capital con dos ejércitos y tomaron la ciudad.

Mario y Cinna forzaron su elección como cónsules e iniciaron un reinado del terror en Roma, pero cuando la edad alcanzó al anciano Cayo Mario, Cinna gobernó como dictador único. Esto fue hasta que varios de sus partidarios se amotinaron y lo asesinaron en el 84 a.C.

Sila, junto con un jóven Cneo Pompeyo Magno, volvió a Roma sin oposición alguna, y terminó derrotando a los populares romanos en la Batalla de Porta Colina, justo a las afueras de las murallas de Roma, en el 82 a.C.

Representación de la Batalla de Puerta Colina, 82 a.C.

La Dictadura de Sila y las Campañas de Pompeyo

Lucio Cornelio Sila había vencido a todos sus enemigos en Porta Colina, se nombró a si mismo dictator de la República Romana, rigiendo un poder absoluto. Su tiranía estuvo llena de proscripciones: una larga lista de enemigos del orden que había que perseguir y ejecutar. Uno de los nombres de aquella lista era el de un prodigio político y militar, de apenas veinte años: Cayo Julio César, sobrino del difunto Cayo Mario.

Durante sus cortos tres años de dictadura, Sila cambió radicalmente la constitución, quitándole poderes a los tribunos de la plebe y transfiriéndolas a los senadores. Por otro lado aumentó los poderes de los cónsules.

Sila terminó muriendo en el 78 a.C., dos años después de haber cedido la dictadura. Sila había dejado un gran vacío de poder que los populares esperaban ganar, pero los viejos lugartenientes de Sila no estaban dispuestos a ceder.

El sistema republicano parecía volverse cada vez más mediocre en cuanto a control sobre sus vastos territorios se refiere, debido a que mientras Roma se volvía cada vez más inabarcable, más ingobernable se convertía. De esta forma surgieron figuras ambiciosas como Cayo Mario o Sila, o más adelante Julio César, quienes anhelaban poder y gloria.

Un lugarteniente de Sila que obtuvo un fuerte protagonismo en los asuntos públicos y militares fue Cneo Pompeyo Magno, quien a pesar de ser optimate, fue un cónsul muy popular entre el pueblo. Los motivos de la popularidad de Pompeyo fueron sus victorias en la Guerra de Espartaco, la Guerra Sertoriana y contra piratas sicilianos, y todas sus conquistas en Asia.

Busto de Cneo Pompeyo Magno

Entre sus victorias destaca haber logrado conquistar al Ponto, del infame Mitrídates VI, quien huyó a Crimea. Cuando la llegada de las fuerzas romanas de Pompeyo a Crimea se volvía inminente, Mitrídates intentó envenenarse pero falló. Actualmente Mitrídates del Ponto es conocido como el rey del veneno, ya que solía beber una pequeña dosis de veneno para volverse inmune. Al final tuvo que pedirle a un esclavo que lo matara con una espada.

Vencer a Mitrídates le canjeó una enorme popularidad a Pompeyo, quien siguió con las conquistas por Siria. Poco después de su campaña en Anatolia Pompeyo tomó Tarso y Antioquía, donde depuso al último rey seléucida: Antíoco XIII Asiático. Luego tomó Heriápolis, Alejandreta, Tiró, Damasco y Jerusalén, sometiendo al Reino de Judea del macabeo Hircano II.

(En rosado) República Romana 62 a.C.

Cuando Pompeyo volvió a Roma, en el 63 a.C., encontró a un escenario caótico producido por la Conjura de Catilina. Catilina era un resentido senador de los populares que había sido acusado de querer destruir la república mediante un golpe de estado, pero el cónsul en turno Marco Tulio Cicerón se nombró dictator y ejecutó a Catilina sin juicio alguno. Pompeyo, temiendo ser visto como ”el segundo Sila” dejó a su triunfante ejército en Brindisi y entró a Roma como un ciudadano normal.

El Primer Triunvirato Romano y la Guerra de las Galias

A Pompeyo no le fue difícil hacerse de mucha popularidad entre el pueblo, y formó el Primer Triunvirato Romano, en compañía de Julio César (quien era allegado de Pompeyo), y Marco Licinio Craso. Pompeyo y Craso eran enemigos, y fue papel de César hacer de intermediario entre ambos rivales, ya que los tres habían pasado a gobernar la república.

Los Triunviros (de izquierda a derecha): Pompeyo, Craso y Julio César

Julio César era una persona que había tenido un vertiginoso ascenso tanto en su carrera política como en su carrera militar. Su primera hazaña militar fue en Asia Menor donde se alió con Nicomedes IV de Bitinia (donde se cree que hubo un amorío) para pacificar la ciudad rebelde de Mitilene.

César se acercó definitivamente a Pompeyo al casar a su hija Julia con él. Al tener un vínculo personal con el general más importante en la república, el ascenso de César fue meteórico y no tardó en ser nombrado gobernador de Hispania. Ahí, César ejerció grandes campañas de pacificación contra las tribus lusitanas, donde acumuló grandes botines de las ciudades que sometía. Aproximadamente en el 61 a.C., César se aventuró a través de las costas atlánticas peninsulares hacia una tierra desconocida al norte de Hispania: la Gallaecia (actual Galicia). Pero se detuvo al entrar en las tierras asturianas.

Ya formado el Triunvirato, en el 59 a.C., César buscaba tener la misma fama y popularidad que Pompeyo y pidió la provincia de la Galia Narbonense (sur de la famosa Galia) e Iliria. Del mismo modo Pompeyo y Craso acordaron que cada quien tendría destinos militares distintos: Pompeyo en Hispania y Craso en Asia.

Craso encontró su final en la Batalla de Carras contra el Reino de Partia en Siria, en torno al 53 a.C.; mientras que Pompeyo decidió gobernar Hispania desde Roma. Mientras Pompeyo ejerció la gobernatura de Hispania llevó a cabo distintos proyectos, como fundar la ciudad de Pompaelo, y construir el Teatro Pompeyo en la colonia de Augusta Emérita. César, por otro lado, había dado inicio a su campaña más famosa.

Las Galias era un territorio cercano, y de conquistarlo César tendría una popularidad sin igual. La Guerra de las Galias fue narrada por el mismísimo Julio César en su libro De Bello Gallico, donde la campaña demuestra ser brutal y despiadada en los siete años que duró (del 58 a.C. al 51 a.C.). Cesar se encontró con un territorio inhóspito y barbárico albergado por una inmensa variedad de tribus galas, destacando los vénetos, los aquitanos y los eudos.

César consiguió grandes victoria en batallas con todas las probabilidades en contra, contra ejércitos muy superiores en número. Además, mientras se desarrollaba la conquista, tuvo que derrotar a una invasión de suevos: una tribu germana, que se aproximaba desde el otro lado del río Rin. César para compensarlo, cruzó el Rin y arrasó con varias tribus germanas que amenazaban la ocupación romana.

Ejército Romano de César marchando en la Galia

Además, César se adentró por el norte, cruzó el Canal de la Mancha y se topó con cierta isla que los romanos llamarán Britania. La campaña en Britania fue corta y la presencia romana no se consolidaría sino hasta un siglo después. César tuvo que abandonar la isla y volver al continente, sucedió que varias tribus galas se habían sublevado contra la ocupación romana, encabezados por el guerrero galo Vercingétorix.

Vercingétorix puso en jaque a Julio César, y a su mano derecha Marco Antonio; derrotando a los romanos en reiteradas ocasiones, una de ellas fue la Batalla de Gergovia. Pero César venció al galo de forma decisiva durante el Sitio de Alesia, en el 52 a.C. Durante el asedio, los romanos se vieron obligados a construir una doble empalizada, ante la llegada de refuerzos galos que acudían en auxilio de Vercingétorix.

Representación del Asedio de Alesia

Se tiene constancia que César ejecutó una campaña de opresión innecesaria contra los pueblos galos, las cifras rondan entre 400 000 a 2 000 000 de galos muertos a manos romanas.

La relación entre Pompeyo y César comenzó a decaer, y la tensión entre ambos era sumamente palpable. Acabada la campaña de César en la Galia, Pompeyo, con apoyo del senado, exigió a César que disolviera a su ejército y que regrese a Roma. César sabía que de hacerlo, sería arrestado y ejecutado; y de no hacerlo, sería declarado proscrito y perseguido. Él optó por una insólita maniobra: marchar hacia Italia y tomar Roma.

Segunda Guerra Civil Romana

República Romana durante la Segunda Guerra Civil

César y su ejército avanzaron rumbo a Roma; y al cruzar el río Rubicón, los senadores lo entendieron como una declaración de guerra. Pompeyo, por su parte, dejó Roma y huyó a Grecia; así que cuando César llegó a la capital la encontró bajo el mando del gobernador Marco Emilio Lépido. En Roma, César se autonombró Dictator Perpetuus, y tras dejar la capital bajo el encargo de Marco Antonio, marchó rumbo a Hispania a luchar contra los aliados de Pompeyo en la península.

Tras vencer a los pompeyanos en Hispania, César viajó a Grecia donde enfrentó a su viejo aliado en dos decisivas batallas: Dirraquio y Farsalia. Pompeyo abandonó Grecia y escapó a Egipto, el cual era gobernado por la Dinastía Ptolemaica.

Egipto en aquel entonces, estaba dividido en su propia guerra civil, donde dos hermanos, Ptolomeo XIII y Cleopatra VII, luchaban por el trono. Pompeyo buscó aliarse con Ptolomeo XIII, pero este le asesinó en el 48 a.C., mientras desembarcaba en Pelusia.

César se enfadó por lo sucedido, ya que planeaba capturar vivo a su rival, y se alió con Cleopatra a la cual reconoció como legítima reina de Egipto. Ambos se refugiaron en el palacio real de Alejandría, donde neutralizaron la rebelión de Ptolomeo, quien acabó ahogado mientras huía.

César y Cleopatra en Alejandría

César y Cleopatra se convirtieron en amantes y ambos fueron a vivir a Roma, además tuvieron un hijo, Ptolomeo XV, también conocido como Cesarión.

En su regreso a Roma, César tuvo que detenerse en el Ponto debido a una sublevación producida por Farnaces II, hijo de Mitrídates VI. En tal contexto se cree que César dijo su famosa frase: veni, vidi, vici (llegué, vi y vencí), por la rapidez de su victoria contra los pónticos.

Aunque Pompeyo hubiera muerto, la guerra civil seguía entre César y aquellos que aún eran fieles a la causa pompeyana. César venció a los pompeyanos del general Metelo Escipión en Numidia, durante la Batalla de Tapso, quienes se habían aliado con el rey númida, Juba I. César terminó venciendo a los pompeyanos de Sexto Pompeyo, hijo de Pompeyo, en la Batalla de Munda, en el 45 a.C. Fue en esta batalla, donde César se acercó a su sobrino, Cayo Octavio, a quien nombró heredero.

Estando en el poder, César reformó Roma a más no poder: subió el número de senadores a 900, reformó el calendario (el cual apenas cambió desde aquel entonces), etc. Además levantó una serie de templos, monumentos y una gran serie obras arquitectónicas por toda la ciudad, como el Foro de César.

Varios senadores comenzaron a conspirar contra César, quienes temían que este acumule más poder e influencia de la que ya tenía. Durante los Idus de Marzo, del año 44 a.C., varios conspiradores, destacando Marco Junio Bruto, apuñalaron a César tras una sesión del senado. Cleopatra, viendo la muerte de su amante, escapó de vuelta a Alejandría con su hijo.

La Morte di Cesare, cuadro de Vicenzo Camuccini

El Segundo Triunvirato Romano

Tras el magnicidio de César, Marco Antonio mano derecha del difunto César, fue elegido cónsul; en descarte de Octavio, sobrino de dieciocho años de César, a quien César había nombrado como sucesor.

El senado, liderado por el optimate Marco Tulio Cicerón, quería apartar a Marco Antonio del panorama político en la república, y envió, en primera instancia, al procurador Marco Emilio Lépido, y luego al joven Octavio a detenerlo; pero ambos terminaron uniéndose a Marco Antonio en un segundo triunvirato.

Los Triunviros (de izquierda a derecha): Marco Antonio, Octaviano y Lépido

Los tres triunviros tuvieron que dejar sus diferencias a un lado mientras se internaban en una Tercera Guerra Civil, en el 43 a.C., contra los asesinos de César: Bruto y Casio. Al mismo tiempo llevaron a cabo una campaña de represión contra sus enemigos políticos dentro del propio senado, uno de ellos fue Cicerón, quien quedó con las manos amputadas y con la cabeza degollada.

Bruto y Casio habían huído a Grecia y reunieron a un ejército para contraatacar al triunvirato. Marco Antonio viajó en una misión diplomática a Tarso con la delegación ptolemaica presidida por Cleopatra, quien parecía dispuesta a apoyar a los triunviros en su cruzada contra Bruto y Casio.

Fue en la Batalla de Filipos (Macedonia), en el 42 a.C., donde el triunvirato asestó una victoria decisiva contra los conspiradores quienes acabaron suicidándose.

Los triunviros, buscando estabilizar a la fragmentada república, se reunieron en Brindisi en el año 40 a.C. Ahí pactaron una medida de contención política, la cual fue un reparto territorial de la República Romana en tres zonas de influencia, cada una liderada por cada triunviro: Octavio dominó las provincias occidentales, Marco Antonio las provincias orientales, y Lépido recibió África.

El delicado balance de poder entre los triunviros se desestabilizó ante sus crecientes ambiciones de poder, especialmente de Octavio y Marco Antonio. La situación llegó a un punto de máxima tensión cuando Lépido intentó hacerse con Sicilia (la cual permanecía neutral al igual que Cerdeña, Córcega y el Peloponeso), como consecuencia Lépido fue descartado como triunviro y exiliado.

Para el 36 a.C., Roma permanecía dividida en dos: la zona occidental en manos de Octavio y la oriental en manos de Marco Antonio. En oriente, Marco Antonio llevó a cabo una serie de campañas militares contra los partos y armenios. Estando en Antioquía, Marco Antonio armó un vínculo mucho más estrecho con Cleopatra, quien deseaba que Egipto fuese un estado más influyente en la región. Ambos llegarían a convertirse en amantes y, posteriormente, en esposos.

Marco Antonio y Cleopatra VII Thea Filopator

Marco Antonio se acercó diplomáticamente con varios estados vasallos de Roma en Asia, como por ejemplo la Judea de Herodes el Grande. Las aspiraciones de poder de Marco Antonio fueron estigmatizadas en el senado, el cual no veía bien que un triunviro se aliara con orientales.

La gota que colmó el vaso fue el testamento de Marco Antonio, quien dejaba todas las posesiones en oriente, las cuales había adquirido como triunviro, a los hijos de Cleopatra. Consecuentemente, el senado, liderado por Octavio, le declaró la guerra a Marco Antonio por traición, en el 32 a.C., en una Cuarta Guerra Civil.

El conflicto se resolvió en el 31 a.C., año en que las fuerzas octavianas derrotaron de forma decisiva a la flota conjunta de Marco Antonio con la de Cleopatra durante la Batalla de Accium, la cual tuvo lugar en las puertas de la Bahía de Ambracia en Epiro.

Representación de la Batalla de Accio

Un factor que posibilitó la victoria de Octavio fue el uso innovador de los harpax, los cuales eran catapultas romanas que se situaban sobre la cubierta de las naves de guerra y disparaba garfios que se enganchaban en las naves enemigas. Ante este nuevo invento, y sumado a una flota superior en experiencia, la victoria ya estaba cantada en el bando octaviano.

Marco Antonio huyó precipitadamente hacia Alejandría, dejando atrás a varios de los suyos quienes acabaron ahogados en el Mar Jónico. Atrincherado en Alejandría, Marco Antonio sabía que la caída de la ciudad y su captura eran inminentes, y cuando le llegó la noticia de la muerte de Cleopatra, el romano se suicidó.

La muerte de Cleopatra fue un engaño orquestado por la misma faraona, pero sabiendo lo que le esperaba si encaraba a Octavio, se dejó morder por una serpiente en el 30 a.C. Poco después, Octavio invadió Egipto y asesinó a Cesarión (hijo de Cleopatra con César), anexionando el país a Roma.

Imperator Caesar Augustus

A su regreso a Roma, el poder y la influencia de Octavio fue abismal ya que la paz parecía haber vuelto tras un siglo de crisis e inestabilidad. Asimismo había conseguido la lealtad de tanto las legiones, como del propio senado.

Había surgido la idea que la única forma de asegurar la prosperidad era que surja un poder único y sólido que actúe de forma decisiva descartando los procesos burocráticos del senado. Los senadores habían encontrado en Octavio la figura perfecta para ocupar este nuevo cargo.

Estatua de Octavio Augusto

En el año 27 a.C. el senado le concedió a Octavio (quien cambió su nombre al de Augusto) el título de Imperator Caesar Augustus y asumió el cargo de Consul Princeps. El título de imperator, el cual significa ”vencedor en la batalla”, convirtió a Augusto en comandante de todas las legiones. Con este nombramiento Roma había dejado de ser república para convertirse oficialmente en imperio.

Referencias Bibliográficas

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