La Hegemonía de Pipino el Breve
En el año 751 Pipino el Breve fue coronado como rey de los francos tras la deposición de Childerico III, último exponente de la Dinastía Merovingia. Esta coronación se logró con el beneplácito del Papa Zacarías I, y de este modo se forjó una sólida alianza entre el Papado de Roma y el linaje de Pipino, quien instauró la Dinastía Carolingia en el Reino Franco.
En esos años, el sucesor de Zacarías, Esteban II, se encontraba amenazado por el avance del Reino Lombardo, el cual había conquistado todo el norte de Italia, logró anexar Rávena, y parecía dispuesto a marchar hacia Roma. El Papa acudió al emperador romano de oriente, Constantino V, pero este hizo oídos sordos, ya que en aquel entonces las relaciones entre Roma y Constantinopla no pasaban por sus mejores momentos debido a la Querella Iconoclasta.

En cambio, Pipino sí respondió al llamado de auxilio del sumo pontífice, y tras derrotar a la amenaza lombarda, en el 754, le concedió al Papa Esteban II los viejos territorios del Exarcado de Rávena, los cuales pasarían a ser los Estados Pontificios – una parcela de territorios en el corazón de Italia bajo jurisdicción papal. De esta forma la alianza entre el rey de los francos y la Iglesia Católica se fortaleció significativamente, y Pipino se convirtió en el defensor de la Cristiandad en Europa, en perjuicio del emperador bizantino. Por su parte, Esteban II le confirió honores a Pipino, le concedió el título de ”Patricio de los Romanos” y le dio su reconocimiento como Rex Francorum (rey de los francos).
En el ámbito militar, Pipino tuvo grandes victorias, y logró ampliar las fronteras francas. Por ejemplo, conquistó la ciudad de Narbona con apoyo de los hispanogodos, expulsando definitivamente a los árabes del Emirato de Córdoba de la Galia. Además, onsolidó el poder franco al sur de la Galia al someter a Ducado de Aquitania, el cual desde hacía un siglo actuaba como un estado independiente.
Tras la muerte de Pipino en el 768, en la Abadía de San Dionisio en París, el Reino Franco fue dividido entre sus dos hijos: Carlomán y Carlos I el Grande, mejor conocido como Carlomagno.

Las Grandes Campañas: Lombardos, Vascones, Sajones y Bávaros
La relación entre los herederos de Pipino era bastante tensa y se presagiaba una guerra civil entre los reyes francos; sin embargo Carlomán falleció en el 771, permitiendo a su hermano Carlos hacerse con toda la herencia de su padre, y coronarse como rey de los francos.
Las relaciones de Carlomagno con el Reino Lombardo del norte de Italia eran sumamente complicadas; y buscando mantener la paz entre ambos estados, la madre del rey franco, Bertrada de Laon, casó a su hijo con Desiderata en el 770, hija del rey Desiderio de Lombardía. Este matrimonio político resultó en desastre, ya que la princesa lombarda tenía problemas de salud y fue incapaz de concederle herederos a Carlomagno, por lo que terminó repudiándola.
Sucedió que en el año 771, Desiderio acogió a los hijos del fallecido Carlomán en Pavía, capital lombarda, quienes esperaban que el rey de los lombardos haga valer sus derechos como legítimos reyes francos ante los ojos del Papa Adriano I. No obstante, al enterarse de lo sucedido con su hija, Desiderio le declaró la guerra a Carlomagno, tiro que le salió por la culata. El rey franco cruzó la peligrosa cordillera de los Alpes – del mismo modo que hizo Aníbal Barca hace un milenio – llegó a Pavía y la asedió. En el 774, la capital de los lombardos finalmente cayó, permitiendo a Carlomagno anexionar el norte de Italia.

Tras la caída del Reino Lombardo, el Papa Adriano I, quien tenía enemistades con Desiderio, invitó a Carlomagno a Roma. En la antigua capital romana, el papa reconoció su autoridad como rey de los francos y de los lombardos, y le canjeó grandes honores – confiriéndole el título de Romanorum Ecclesia Protector (protector de la Iglesia de Roma). De esta forma Carlomagno dio una continuidad próspera a la inteligente alianza de su padre Pipino con la Iglesia Católica.
Asimismo Carlomagno ordenó el destierro de los hijos de Carlomán y Desiderio; y se ciñó con la corona de hierro, con la cual eran coronados los reyes lombardos, y que simbolizaría el poder de los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico.
Tras su exitosa campaña en Italia, llegaron ante Carlomagno emisarios de las ciudades de Barcelona, Huesca y Zaragoza, quienes le ofrecieron al rey franco su vasallaje a cambio de su apoyo en una rebelión contra el emir Abderramán I de Córdoba. Como la mayoría de las conquistas de Carlomagno se realizaron con el propósito de cristianizar a los herejes y paganos, el rey franco vio esta embajada como una oportunidad de liberar Hispania del yugo musulmán.
Alrededor del 778, un ejército franco liderado por Carlomagno se presentó en Zaragoza (llamada Saraqusta por los sarracenos), no obstante el gobernador de la ciudad se negó a rendirla ante los francos, obligando a Carlomagno a asediarla. El rey de los francos tuvo que dejar el sitio debido a una rebelión de los pueblos de Germania, pero el ejército de Carlomagno no quería emprender la retirada con las manos vacías, así que se detuvieron para saquear la ciudad vascona de Pamplona. Sin embargo los francos fueron emboscados por los vascones mientras cruzaban la comarca de Roncesvalles, en dicha batalla falleció Roldán, general de Carlomagno. Esta epopeya ha quedado inmortalizada en el Cantar de Roldán, una canción de gesta.

Durante la siguiente década ocurrieron numerosas sublevaciones de sajones, un pueblo germánico pagano que habitaba entre los ríos Rin y Elba, en las tierras de Westfalia. Los francos sufrieron eventuales derrotas contra Viduquindo, rey sajón, como lo fue en la Batalla de Suntel, donde el ejército carolingio fue derrotado por completo.
La situación en Germania obligó al propio Carlomagno a presentarse en el 782, con el objetivo de someterlos y cristianizarlos. Al llegar a tierras bárbaras, el rey incendió el árbol de Irminsul el cual ”era un roble sagrado para los sajones, que creían que conectaba la tierra y el cielo. Carlomagno obligó a los prisioneros sajones a cortar uno de ellos y abandonar sus creencias”.
Ese mismo año el rey de los francos ordenó la matanza de 4500 sajones en la llamada Masacre de Verden. La guerra terminó un año después, en el 783, ya que se logró la captura de la fortaleza de Viduquindo, toma que significó la conversión del rey sajón al Cristianismo y la anexión de sus territorios al reino de Carlomagno, sucedido en el 785.

Carlomagno también emprendió campañas contra los bretones de la península de Armórica (bretaña francesa) y contra el Ducado de Benevento del sur de Italia; aunque destaca su pugna contra los bávaros del Ducado de Baviera, gobernado por Tasilón III. El duque bávaro había acatado al vasallaje franco, pero en el 787 acabó con el patronato de Carlomagno y se enfrentó a él. Pero tras aliarse con la nobleza bávara, Carlomagno derrotó a las fuerzas de Tasilón en el 788, y como castigo se le recluyó en un monasterio. Con su victoria consumada, Carlomagno incorporó Baviera entre sus dominios y anexionó Carintia y Panonia.
Aix la Chapelle
El gran imperio de Carlomagno tuvo a Aquisgrán como capital, llamada Aix la Chapelle por los franceses y Aachen por los alemanes. Esta ciudad se convirtió en el principal foco cultural de Occidente, el cual aún no se recuperaba por el trauma vivido en los siglos que siguieron a la caída del Imperio Romano.
Alrededor del 790, Carlomagno inició la ampliación de Aquisgrán, y la construcción de los grandes complejos de la ciudad. Por ejemplo levantó el Palacio de Aquisgrán, el cual fue un conjunto de zonas residenciales de lujo, con fines políticos, domésticos y hasta religiosos, y fue confiado a su arquitecto Eudes de Metz. El palacio contenía una sala de audiencias llamada Aula Regia, en la que Carlomagno se reunía con los grandes burócratas, la aristocracia terrateniente, y la élite eclesiástica a discutir asuntos políticos y judiciales de relevancia. También era común que la Aula Regia sea utilizada para las grandes recepciones.
Además de la sala de asambleas, se erigió la Capilla Palatina, la cual reflejaba el espectro religioso del rey-emperador franco; hoy en día es la Catedral de Aquisgrán. Dicho complejo religioso también fue encomendado a Eudes de Metz.

Carlomagno también fue un gran promotor de la educación y la cultura. En el llamado Renacimiento Carolingio, el rey impulsó la inauguración de escuelas destinadas para la formación de cortesanos, funcionarios y religiosos. La más destacable fue la Escuela Palatina de Aquisgrán, en la cual asistieron Carlomagno y sus seis hijos, dicha institución estaba dirigida por el erudito anglosajón Alcuino de York.
Durante este periodo de apogeo se levantaron grandes abadías, catedrales y monasterios, las cuales clérigos católicos utilizaban con fines culturales y educativos. En estos complejos religiosos se levantaron grandes bibliotecas, donde varios monjes escribas lograban salvaguardar la valiosa herencia cultural de la antigüedad grecorromana.
Feudalismo Carolingio
El Reino Franco Carolingio tenía el poder concentrado en el emperador, aliado de la Iglesia, quien ejercía funciones de máxima jerarquía en ámbitos políticos y militares. Aprendiendo de los errores de los merovingios, durante el reinado de Carlomagno se abolió la figura del mayordomo de palacio, y en su lugar apareció el puesto de chambelán, quien ejercía de principal consejero del soberano y se encargaba de los asuntos palaciegos.
Además del chambelán, Carlomagno se rodeó de un entorno de funcionarios llamado la Domus Regia. En él destacan figuras como el conde palatino (quien presidía el tribunal de palacio y la corte, así como el Aula Regia), el canciller (quien se encargaba de la administración del reino, redactando los edictos y textos oficiales del gobierno en latín) y el archicapellán (quien tenía bajo su dirigencia todos los asuntos eclesiásticos de palacio, así como la Escuela Palatina de Aquisgrán).

Pero el problema principal de Carlomagno era que, como su imperio era tan extenso, una orden suya tardaría mucho en llegar de un extremo a otro del reino. Para ello instauró un sistema de administración territorial mucho más eficiente. Dividió el territorio franco en condados: demarcaciones de provincias interiores administradas por un conde; los condados a su vez estaban agrupados en los ducatti o ducados, estos ducados estaban bajo la dirección de un duque quien era nombrado directamente por el rey. En las fronteras del imperio de Carlomagno se encontraban las marcas, zonas fuertemente militarizadas, ya que eran vulnerables a invasiones externas.
Los condes, duques y marqueses tenían como superiores a los missi dominici, quienes actuaban como supervisores del soberano. Ellos inspeccionaban a los nobles ya mencionados para así detectar si la voluntad de Carlomagno era cumplida, y juzgaban los abusos de poder y la corrupción en los miembros de estado. La inspección se hacía anualmente, y esta era llevada a cabo por un laico y un clérigo.
Carlomagno instauró un sistema de vasallaje con esta alta nobleza (condes, duques y marqueses), quienes a su vez tenían como vasallos a la baja nobleza (barones y caballeros); estos nobles le juraban fidelidad a sus superiores a través de las ceremonias de homenaje e investidura. Los nobles gobernaban en nombre del monarca de forma no hereditaria, aunque esto cambiaría en los próximos siglos.

Los nobles también tomaron como vasallos a la población de su feudo o señorío – al igual que ellos eran hombres libres pero en una situación jerárquica subordinada – estableciendo un pacto de beneficio y dependencia mutua. Los nobles concedían tierras a los siervos y campesinos para que las trabajaran, estos debían ceder la décima parte de sus ingresos a la Iglesia (el diezmo), y pagar un tributo a su señor feudal; a cambio los señores debían administrar justicia, legislar, y defender a sus siervos de incursiones enemigas, comúnmente de vikingos, magiares o sarracenos.
Imperator Augustus Charlemagne
A finales del Siglo VIII, Pipino de Italia, hijo de Carlomagno, entró en guerra contra el Kanato de los Ávaros – una tribu bárbara proveniente del Mar de Aral y las estepas de Asia Central, que alrededor del 570, llegaron al Danubio y asolaron a bizantinos, búlgaros, germanos, etc. Pipino logró someterlos tras tomar su fortaleza del Gran Anillo. En el 796, el hijo de Carlomagno volvió a Aquisgrán con un gran botín, logrando no solo el sometimiento de los ávaros, sino la cristianización de estos.
Otro hijo de Carlomagno, Luis el Piadoso (también conocido como Ludovico Pío), cruzó los Pirineos alrededor del año 800 y entró al noroeste de Hispania, conquistando ciudades como Gerona, Pamplona y Barcelona. Con esta conquista, los francos consolidaron las llamadas Marca Hispánica (la cual se fraccionaría en los condados catalanes) y la Marca de Navarra (la cual se convertiría en el Reino de Pamplona o Navarra). Estas marcas delimitaron al reino de Carlomagno con Al Ándalus, territorio hispánico bajo control musulmán.

En el año 799 ocurrió un escándalo en los Estados Pontificios; resulta que el sucesor de Adriano I, León III, había sido depuesto por la nobleza romana. Logró escapar de una emboscada casi mortal, atravesó los Alpes, y llegó a Paderborn, localidad de la residencia de verano de Carlomagno. El rey de los francos logró intervenir de forma oportuna y al año siguiente entró en Roma junto con León III, reinstalándolo en el papado. El pontífice le devolvió el favor a Carlomagno coronándolo – en la noche de navidad del año 800 en la Basílica de San Pedro en Roma – como Imperator Augustus. De esta forma convirtió al Reino Franco en el Imperio Carolingio, buscando darle una continuidad al Imperio Romano de Occidente.

La coronación de Carlomagno como ”emperador de los romanos” lo convertía en el monarca cristiano más poderoso de Europa, y además representaba un desafío de Occidente contra el Imperio Bizantino, quienes aún coronaban a sus soberanos con el título ya mencionado. En aquellos tiempos, en Oriente gobernaba una mujer, Irene, y por lo tanto ostentaba el título de ”emperatriz de los romanos”, técnicamente significaba que le propio título de ”emperador” estaba vacante.
En el Imperio Bizantino el emperador era aclamado por el pueblo, para luego ser ratificado por el Patriarca de Constantinopla, y aquí se hizo lo contrario: Carlomagno tuvo que inclinarse ante el Papa, algo humillante hasta cierto punto, como si tuviera que responderle, generando una extraña relación que conduciría a futuros conflictos. Irene protestó vigorosamente contra la coronación de Carlomagno, del mismo modo hizo su sucesor Nicéforo I, quien emprendió una guerra de corta duración contra el Imperio Carolingio.
Los bizantinos salieron derrotados, y el emperador Miguel I Rangabé (yerno de Nicéforo), tuvo que concederle a los carolingios la península de Istria en la actual Croacia y reconocer a Carlomagno como emperador romano de occidente.
Entrando en el Siglo IX, el ahora emperador Carlomagno, dejó atrás las conquistas y se centró más al gobierno de su Imperio Carolingio desde su opulento palacio en Aquisgrán. Su imperio entró en conflicto contra andalusíes sarracenos, bretones, bohemios, magiares y eslavos occidentales; guerras que devastaron al emperador física y mentalmente. Sus hijos Pipino y Carlos el Joven fallecieron en el 810 y 811 respectivamente; dejando la sucesión a Ludovico Pío, a quien su padre Carlomagno hizo coemperador en el 813.

Un año después, en el 814, Carlomagno encontró la muerte, siendo sucedido por su hijo Ludovico Pío, quien gobernó con el nombre de Luis I el Piadoso, emperador carolingio y rey de los francos. El nuevo soberano no gozaba de las mismas habilidades diplomáticas y políticas de su padre, lo que iniciaría la decadencia del Imperio Carolingio. Las luchas de poder entre los hijos de Luis I causaron la ingobernabilidad dentro del imperio; quienes a la muerte de su padre en el 843, dividirían el imperio de Carlomagno mediante el Tratado de Verdún. De esta forma desapareció el efímero y esplendoroso imperio que construyó Carlomagno a lo largo de sus cuarenta y seis años de gobierno.
Reflexiones y Conclusiones
El reinado de Carlomagno supuso un reavivamiento de la cultura occidental tras la decadencia que siguió a la caída del Imperio Romano de Occidente. El llamado Renacimiento Carolingio permitió la introducción de la cultura monástica en Occidente, en cuyos monasterios se lograron proteger a varios textos clásicos de la desaparición y el olvido. Del mismo modo, mediante sus conquistas intentó reavivar la grandeza del pasado Imperio Romano, y permitió a la Iglesia expandirse en nuevas fronteras y cristianizar a varios pueblos paganos. Toda la actividad política, militar y cultural de Carlomagno formaron a una nueva Europa, la cual sin ser estrictamente romana fue impregnada por la herencia cultural clásica, y de ese modo se fue consolidando la identidad de la Europa cristiana. Debido a ello, Carlomagno fue bautizado como ”el Padre de Europa”. Sin embargo, tras su muerte el proyecto político centralizador fracasó, y debido la división interna del imperio entre sus herederos, los soberanos europeos se encontraron en una posición de debilidad, y se vieron obligados a conceder el control de sus territorios a la nobleza. De este modo, la herencia de Carlomagno derivó en el Sacro Imperio Romano Germánico, el cual perduró hasta las Guerras Napoleónicas.
Referencias Bibliográficas
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